No, no dejes que el pitido siga sonando, haz que se intercale, no te vayas. Todavía no es tu hora. Déjame decirte todo eso que nunca te dije.
Quédate dos minutos más para que te pueda contar que siempre te quise más de lo que nunca te pudiste imaginar. Que no te lo demostré siempre, pero te quería ahí, con esa sonrisa de todos los días, con tus consejos, tus broncas, tus batallitas.
Te quería aunque a veces no me apetecía hablar contigo, aunque a veces no te valoraba, aunque a veces no lo parecía.
Espera, aún no he acabado, vuelve, déjame tiempo para pedirte perdón. Perdón por todas esas veces que no estuve a tu lado cuando lo necesitaste, perdón por darme cuenta tarde de todo lo que hiciste por mí a lo largo de mi vida. Perdón porque tú me diste mucho y yo te di muy poco. Perdón por no creer en ti, por ignorarte cuando me decías que contabas la verdad, por pensar que todo eran excusas, por no informarme, por no ser objetiva.
¿Por qué tan pronto? Respira otra vez, levántate y acompáñame a hacer todo eso que no llegamos a hacer juntos. Celebremos ese cumpleaños que te había prometido, ese finde juntos. Vayamos a dar un paseo por el parque, o pasemos un día cerca del mar, eso que siempre te ha gustado.
Despierta y cuéntame todas esas historias de tu pasado, las que me fascinan, sobre esas proezas que realizaste, sobre tus errores y tus logros, tus defectos y virtudes.
Quéjate de la política, de como el mundo se cae de bruces contra el suelo, de que los políticos son unos chorizos mentirosos. Dime lo que piensas, lo que tu harías, tus ideas.
Mueve esa mano y vuelve a animar a tu equipo, o realmente al que cuadre cada dia. Grita que eso no fue fuera de juego, o que debería de ser penalti, pero luego proclama que mejor no opinas porque no sabes de fútbol.
¿Ves? Nos quedan tantas cosas por hacer, y el pitido sigue siendo continuo desde hace unos minutos. Puedo esperar a que despiertes, pero creo que has decidido dormir. Quizás debería irme. Quizás todo esto lo debería haber dicho esas veces en las que me mirabas con ojos llorosos, cuando te veía solo. Quizás ahora es demasiado tarde, y has decidido irte y nunca más me vas a escuchar.
Quizás es momento de pensar que te perdí, que no vas a abrir los ojos, y que mi tiempo para rectificar ya se ha acabado.