Mis palabras vuelven llenas de mí.
Me había olvidado de levantarme por la mañana y sonreírle al espejo, costumbre que no debe perderse. Cuando las cosas son complicadas, todo es preocuparse de lo exterior y... ¿qué es de ti?
No sé en que momento se me enredaron las venas. Eso, o mi corazón nació loco. Y cuando los nudos no dejan que fluya la sangre, no vives. Vives hacia fuera, sientes el dolor que te provocan, la vida que te imponen, el silencio que no escuchas. Pero no creas vida desde dentro.
Hoy, las cosas cambian. Las lágrimas crean ríos de vuelta a casa y desembocan en mis ojos, que brillan más que nunca al reflejar el sol en las gotas. Le vuelvo a dar la vuelta al espejo que me daba la espalda, para poder mirarme y ser feliz con lo que veo, con lo que he hecho de mí, con lo que me he negado a que hiciesen de mí. Miro a mi alrededor y aprecio a quién se ha quedado a pesar de cada dificultad, a los que me han sacado del pozo desde sus propios agujeros, quedándose ellos abajo para levantarme a mí.
Cansada de esperar a que sean los cobardes los que arriesguen, seré yo la valiente que deje atrás la cobardía. Que me valgo yo sola para llenar hasta cinco vacíos que me dejaron tantos que no se atrevieron a lidiar con mi desastre.
Lo que no te mata te hace más fuerte. Llegué a estar al borde del abismo y sentía más de un par de manos empujándome y deseando que mis piés resbalaran. Mi espalda reconocía esas manos y lo conocido duele más. Quién debería no dejarte dar un paso en falso, poniéndote baldosas de cartón para que tropieces. Pero resistí agarrada a los únicos apoyos que hoy puedo decir que nunca me fallaron. Me sobran dedos de las manos para contar a aquellos que me salvaron de caer.
Y como no morí a la alegría, hoy sigo aquí, fuerte y enseñando los dientes. Enseñándolos para querer o para morder, pero nunca escondiéndolos. Hoy, me basto yo. Y yo marco mi territorio: o te quedas dentro de mis fronteras, o te escondes tras ellas.
Cambió el cuento y cambió la melodía. "Voy a volver a quererte", cantó un poeta apartando la melena de la cara en una noche de verano en Ferrol. Qué ingenua fui siguiendo esa frase sin encontrar quién mereciese que se la dedicase.
Hoy, no voy a volver a quererte. Voy a volver a reír, voy a volver a vivir la vida que es demasiado corta, voy a volver a gritar lo que siento sin miedo a la respuesta, voy a volver a arriesgar para sentir un poco de adrenalina, voy a volver a mirar por mí por una vez.
Voy a volver a quererme.