Me di con la punta de la espada en la frente cuando tuve que decidir entre la espada y la pared.
Lloré lágrimas de hielo que se clavaron en mis piés cuando más me costaba andar.
Creí mentiras que gritaban la verdad a los cuatro vientos, negándome a abrir los oídos y escuchar.
Caminé saltando baches... Y aquí estoy.
Dónde quiero estar.
Con quién quiero estar.
Cómo quiero estar.
Cuando no hay salida del laberinto, es necesario romper las murallas que lo forman. Rompí con todo. Con cada piedra que formaba el puente que hacía callar la lluvia al pasar por debajo.
Y me mojé. Por primera vez, me mojé, me empapé. Y no hay nada que venga mejor para abrir los ojos que mojarse.
Ahora cuento los cimientos de mi persona con los dedos de una mano, pero mi casa no se cae.
Una columna de cartón no puede aguantar un techo, necesitas cuatro de piedra. Así que tiré el cartón y moví la piedra.
Encontré mi sitio en objetos perdidos, llevaba mucho esperando por mí.
Encerré los sueños con horizontes vacíos y solté los deseos de llegar al final.
Y miré atrás una última vez, gritando: "Cuando estés dispuesto a mojarte, ya te unirás a la ruta".