Tic. Tac.
Cuatro versos en cuatro minutos. Impotencia.
Intento imitar tu poesía pero me desbordan los recuerdos.
Puede que estemos destinados a que los kilómetros nos empujen hacia atrás cada vez que empezamos a caminar.
Iba a escribir un poema, pero hoy no sale. Es una sensación extraña. Como si el arte quisiera salir pero no pudiese. Y es que ¿cómo darle sentido a un sólo verso si no te tengo delante?
Me equivoqué al pensar que la vida da sólo lo que puedes soportar y que todo pasa por una razón, pues no puedo soportar el no entender la razón por la que apareciste de la nada para intentar cambiarlo todo.
Y, además, fracasaste. No cambiaste todo, cambiaste un trocito de mí que se extiende y se ríe del resto de mi persona por no brillar tanto como él.
Tus palabras siguen resonando en mis oídos como si no hubiera tregua, como si siguiésemos peleando por tirar del suelo hasta romperlo y que la tierra que tengo debajo se dispare justo hasta tus piés. Conmigo encima.
Mis melodías envolviendo versos con los dedos y tus versos desgarrando melodías con los dientes.
Y sin poema. Y con prosa. Y sin valor. Aún no sé como decirte que cambiaste mi percepción de arte en el primer momento que me miraste a los ojos de verdad, sin que suene a exagerar. Que no exagero, sino expreso, pero quizás lo que provocaste es exagerado.
Que desde ti el arte no es arte, si la ar(ti)sta no es con(ti)go.