Fue fugaz
como el rayo de sol entre las nubes
en un invierno tropical ecuatoriano.
Intenso,
como la gente del sur que tanto amo.
Y fue dulce,
como un beso y un café
al despertar temprano en la mañana.
El día que profanan
dándole el mal nombre del amor
despidió un encuentro
que no supo valorarlo,
encerrándose en sentimientos vacíos
por miedo a sentirse llenos
justo antes de decirse adiós.
Y duele el corazón
que late hoy más rápido de lo que acostumbra.
Y lloran las caricias que se quedaron por dar.
Y tus ojos y los míos se cruzan
y se miran frente a frente,
evitando un contacto que aún me quema las retinas.
Me hago parte de tu cuerpo
entre besos escondidos,
me buscas bajo las sábanas
de las que quiero escapar.
Me calaste hondo
en un microsegundo
cambiando mi droga
por tu adicción.
Y me he vuelto yo también adicta a ti,
a que susurres a mi oído
que esta noche no quieres dejarme ir.
Pero,
como cada droga,
es necesario desintoxicarse
antes de que sea tarde.
Tan tarde como esta madrugada
en la que me matan las ganas
pero me faltan agallas
para dejarme caer en el acantilado
de un 14 de febrero
por ti
(y contigo).
Por eso,
porque me arde el pecho
cuando te tengo a centímetros,
me veo obligada a decirte,
aunque pierda de vista en la distancia
esa sonrisa traviesa,
que hoy...
Hoy no puedo dormir con vos.