Tantas historias a la espalda
que me duele una canción
por cada nombre.
Que me revientan las venas
con cada verso
que me dedicaron
o quisieron dedicarme
pero no hubo más tiempo.
Tantos días sin llamarles
que aprendí a vivir del aire
para dejar de vivir del alma.
Que se oxidaron los números
de aquel teléfono viejo
que no quise utilizar
por miedo a notar
que el tiempo también pasó por mí.
Tantas noches sin dormir
que se me caen los párpados
para dejarme más ciega.
Que no tengo cura
ni con somníferos
a este despertar agonizante
que me enseña una realidad
que no quiero ver.
Tantos recuerdos destrozados
que son difíciles de creer
si no los has vivido.
Que necesitan ser llorados,
y reídos,
y extrañados
una vez más
si quiero seguir andando.