martes, 15 de agosto de 2017

Tenía que haberlo visto vivir.

Estoy segura de que han existido y existirán en tu vida muchos tipos de amor. No hablo de amor de amigos o de amor de familia. El otro tipo de amor, el de tú y él, o tú y ella, con todas sus variantes. Yo, personalmente, no he vivido todos... Pero lo veo vivir.
Está el primer amor. Ese que dicen que nunca se olvida. Y, en mi opinión, es cierta esa suposición. El primer amor es el que te hizo sentir verdaderamente mariposas en lo más profundo del estómago. El que te dio el primer beso y te hizo sentir que volabas. Todas esas cosas que se describen en las más idílicas historias. Ese primer amor que te enseñó lo que era la ilusión y la perfección... pero nunca las dificultades. Por eso, el primer amor, no suele ser el último, porque no aguanta dificultades, sólo aguanta proyecciones e idealizaciones que terminan por sacar su cara oscura y hacer morir lo que un día vivió. Sin embargo, siempre queda esa dulzura de saber que fue esa persona quién te hizo dio alas por primera vez.
Debo nombrar también al que yo llamo el amor "ideal". Creció contigo, sabe tus peores y más vergonzosos secretos. Tus amistades le conocen, tu familia también. Siempre sale esa frase de "¿Y cuándo vais a admitir que estáis juntos?". Quizás lo intentaste, quizás no. Pero seguro que dudaste. Es la persona ideal, que parece hecha para ti. La que tu madre quiere invitar a comer, tu abuela quiere como uno más de sus nietos y con la que tus amigos creen que tienes una relación secreta desde hace al menos 5 años. Pero por alguna razón, es demasiado fácil. Y falta un poco de chispa. Y si empieza, acabará terminando, todos lo sabemos.
Seguimos con el amor "tramposo". Le encanta jugar y siempre jugó contigo, pero con sus reglas. Llegaste a tener una obsesión, porque nunca fue cariño ni amistad, ni mucho menos amor. No contesta a los mensajes. Hoy no puede. Mañana cancelas tus planes porque le viene bien. El amor "tramposo" es egoísta. Todos han oído hablar de esa persona a tu alrededor. Tus amigos le odian. Te cansas de llorar y llorar por algo que ni siquiera quieres en tu vida. Hasta que llega alguien que te abre los ojos y te das cuenta de que sólo está soportando el peso una persona... y esa persona eres tú.
También tenemos que hablar del famoso "amor platónico". Llevas 10 años suspirando cada vez que pasa por delante de ti. Da igual el tiempo que pase, le ves otra vez y te da un vuelco al corazón. Le miras, te mira, pero ninguno se atreve a dar un paso. Miras sus fotos y te imaginas cómo sería si algún día os atrevieseis a ser más... Pero nunca pasa. Pasan años, vas de la mano con otra persona, te cruzas a tu amor platónico, os miráis, quizás os saludéis, habléis y sientas ese cosquilleo de tus mejillas al ruborizarse. Sabes que siempre será un sueño lejano, pero también sabes que siempre te provocará esa sensación. Sonríes. Al final lo platónico provoca ternura.
Y, al final, llegamos al amor que te destroza todos los anteriores. A mí me gusta llamarle el amor del "tira y afloja". Sois como dos imanes atados a los extremos de una cuerda, que luchan por seguir sus caminos por separado. Se estiran y tiran de la cuerda, quieren romperse, pero uno afloja, porque necesitan estar cerca. Así es el "tira y afloja", un amor fuerte, intenso, momentáneo. Dejarías todo por estar con esa persona. Sientes tanto que no piensas en consecuencias. Como dice Elvira Sastre, de repente sabes que todas las personas anteriores eran simulacros... el incendio es esta. Y no sólo eres tú, la otra persona siente lo mismo, también tira, también afloja, tampoco sabe que hacer, pero no suelta. Y te enseña que la vida es más que existir, que vales la pena, te da libertad. Y ocurre, las despedidas no dan miedo, porque quién de verdad quiere irse no se para a decir adiós si no quiere que se le retenga. Sabes que puede haber alguien mejor ahí fuera, pero no igual. Y no quieres alguien mejor, quieres a esa persona, con lo que amas y lo que odias. Tienes energía, la tuya y la que te regala esa persona. Eres consciente de que puede irse, porque siempre ha funcionado por libre, como tú, pero tienes claro que no se va a ir. Tenéis miedo. Un día la otra persona es tu mundo y al siguiente actúas como si no te importase. Un día le escribes versos y al siguiente ni los buenos días. Necesitáis contrarrestar los sentimientos, necesitáis marcar distancias. No podéis dejar que los imanes colisionen porque significa estabilizarse con la otra persona por siempre. Sabes que es el imán que te corresponde, pero tienes miedo de que te haga daño el choque. Así que sólo tiras y aflojas según la situación.
Pero un día se rompe. De tanto tirar la cuerda se rompe. O se suelta... Aburridos de aflojar cuando no podíais más, soltáis.
Ahí es cuando aparece el amor "definitivo". Aparecerá como un soplo de tranquilidad entre tanto caos. Todo encaja, va despacio, tiene ritmo. Cada pasito tiene sentido en el camino. Y se empieza a construír una carretera entre las piedras. Con cada gesto, cada mirada, cada palabra. Es vuestra carretera. Y empezáis a crecer juntos, consigues trabajo, consigue trabajo, os vais a vivir juntos, comenzáis a ser vuestra pequeña familia, envejecéis poco a poco en una estabilidad... feliz, por qué no.
Pero, aunque el amor "definitivo" no lo sepa, tú sí lo sabes. La cuerda que un día encontró tirada en el suelo a tu lado, recogió y ató para uniros... Puede ser un trozo sano y salvo, o una cuerda entera. Puede ser más resistente o menos, pero parece que los nudos no se deshacen. Sirve para lo que se está usando: os une. Pero no es su cuerda. Es de quién, un día, sabiendo que le pertenecía, la soltó.