Hay extremos que son más duros que otros.
Crecí sin querer llegar alto
y me encuentro a veces a ras del suelo.
No podemos parar el tiempo
aunque queramos,
ojalá obedecieran los relojes,
pero ya no son horas.
Qué ganas de romper con todo
y deslizarme sobre los pedazos
de lo que aún está por ser,
para que el futuro sea más incierto.
Tengo muchas dudas
de si algo está intentando salir bien,
pero parece que la luna brilla
con un destello especial esta noche.
Por eso sigo despierta,
esperando a que se apague su luz
y me deje dormir.
He vuelto a vaciar botellas
para llenar vacíos,
a ponerme el vestido
y salir a bailar.
Y encuentro lo mismo
que dejé en la pista
cuando salí de allí.
Nada ha cambiado tanto,
salvo yo.