No sé qué tienes que,
a veces, me pierdo
en ti.
Y me pierdo cuando pienso en ti.
Y cuando te intento entender.
Y cuando te miro.
Y cuando sonríes.
Me pierdo muchas veces,
no sólo a veces,
para qué mentir.
Siempre me pierdo contigo.
Y te encontré justo
cuando dejaba de estar perdida.
Qué ironía.
Tú también te pierdes
en mí.
Aunque nunca lo admitas.
Y también me pierdes,
a veces,
muchas veces.
Porque me miras
y te da un poco de miedo
perderte.
Es que tienes todas las piezas que me faltaban
en otros puzzles,
y las que ya tenía,
todas un poco más desgastadas
por quién no supo juntarlas.
Desde que te conozco,
aprendí a ir despacio,
a inhalar sin prisa,
a expirar sin querer.
Nunca había temblado de tranquilidad,
hasta que te tuve cerca
y sentí libertad.
Me da miedo tu miedo.
Pero me sienta bien
tu intranquilidad.
Me devuelve a la realidad
y me aparta de la claridad de tus ojos.
Espero que algún día seas consciente
de que,
por una vez,
tengo razón.
Siempre supe,
que después de tantos puzzles,
este sí sabría a(r)marlo.