Somos una panda de ilusos.
Creemos que escogemos el amor
y es el amor quién nos escoge a nosotros.
Puedes escapar y decir que no crees en él,
que el amor no existe,
que el corazón es sólo un músculo
y que ya te has cansado de utilizarlo.
Pero el amor existe,
creas
o no creas
en él,
igual que siempre existe el sol,
aunque en los días nublados de invierno
no asome,
y en el verano te ardan los rayos en la piel.
Puedes creer que no existe el sol,
pero no puedes evitar sentirlo
porque es real,
igual que algún día sentirás el amor
ardiendo en cada arteria de tu cuerpo
y no te quedará más remedio
que creer en él
y rezarle para que no te destroce.
Un día te pasará
y ese día,
perderás la batalla.
Porque el amor viene en avalancha
y te deja al descubierto,
a tiro de bala,
aunque no lo hayas llamado,
aunque te muevas por la vida
con la bandera blanca
de un alma con candado.
Te escoge y te ataca.
Y sientes libertad.
Al borde del abismo...
sientes libertad.
Ves tu reflejo en otros ojos
que captan partes de ti
que tus retinas no son capaces de ver.
Te inundas de miedo,
buscas a lo que aferrarte
y,
a veces,
hieres con las uñas cuando te agarras muy fuerte.
Aún así,
el amor sigue apostando por ti,
limpia las heridas,
perdona el daño,
y te hace ver que,
sólo cuando tengas la valentía
de saltar al vacío
sabiendo que puedes morir en el intento,
sobrevivirás al amor.
Así que cuando te pase,
salta.
Porque no tendrás nada más que hacer:
cuando el amor te escoge
no se pueden dar pasos hacia atrás,
es él quién pone las reglas del juego,
el más difícil al que jugarás en la vida.
Apuestes lo que apuestes,
entiende que el amor no mata,
mata el miedo,
el amor sólo asusta.