Tú dices que admiras
la forma en la que
cambio este mundo
hacia otro algo mejor.
Yo digo poco,
pero pienso mucho,
que admiro la forma
en que eres capaz de crearle
significados nuevos
al que ya tenemos.
Le das vueltas a las cosas
como si fueran cubos de rubik
que a nadie le encajan
y consigues colocar cada pieza en su lugar.
Contigo aprendí
que estar en su lugar
no siempre significa que cada cara
tenga un sólo color.
Te entretienes desordenándolo todo.
Y de alguna forma
pones orden
en cada unos de los caos
que tú misma creas.
Eres la única meiga
que he conocido
con verdadera magia,
pintas de forma abstracta
los sueños ajenos
y los haces realidad en tu universo
un poco alterados.
No te alteras cuando la marea sube
porque sabes que,
de alguna manera,
siempre va a bajar
aunque no siempre
la corriente vaya a tu favor.
Pero surfeas las olas
como si hubieras nacido
con el único propósito
de poner los pies en la tierra
y tu mayor habilidad fuese
simplemente
vivir.
Ojalá fueses consciente
de que cuando ríes
el aire se vuelve más ligero,
absorbes lo pesado
del día a día
lo que exhalan los que se han cansado
de cumplir la ley de esta ciudad.
Y lo conviertes en aire puro
para respirar
cuando se necesita aliento
de ese que no se encuentra
en cualquier barra de un bar.
Me apasiona tu manera de luchar.
Estoy harta de ver gente
luchando con otra gente
que lucha por no luchar más.
Y tú luchas contigo misma
para que tu interior decida seguir luchando
por llegar a algo
por lo que lucharías toda la vida.
Dijo un poeta
que la utopía sirve para caminar
y tú no la pierdes de vista.
Cómo me gustaría estar ahí
el día que alcances el horizonte,
porque sé que lo alcanzarás.
Y desde ese día
contaremos otros diez mil
y otros tantos si hace falta
para seguirnos el rumbo.
Sé que siempre hace falta un destino
y para llegar un mapa,
pero descubrí al seguir tus pasos
que hay huellas imborrables
y que uno de los mejores viajes de mi vida
va a ser acompañarte en el tuyo.
Así que avanza
y hazte gigante,
me encanta verte crecer.