Pasaste desapercibido
entre las sombras de la primera noche,
entre vinos y cervezas.
No quise cruzar miradas
sin que antes te enredaras en mi pelo,
pues es difícil quedarte hipnotizada ante unos ojos
que después no te miren por siempre
porque son libres de escapar y,
de hecho,
sabes que lo harán.
Antes de que pudiera fallarme el plan
que aún no había puesto en práctica,
preferí entrar en terreno seguro.
Conseguí que me buscaras
entre miles de faldas
hasta darte cuenta de que yo no llevo una
y de que a mí no se me encuentra mirando desde abajo
sino buscando escuchar mi risa
entre los ensordecedores sonidos
de cualquier noche en una degenerada ciudad universitaria.
Preferí asegurarme
de que te ardía el pecho
con sólo ver a alguien con una mano en mi cadera,
con ver que el último de mis bailes
antes de que amaneciese
no te pertenecía a ti.
Y ver que,
por una vez,
no eras tú el jugador:
eras el naipe.
Tantos como tú que ganaron
dejando algo roto
que aún siento a veces.
Como un vacío que me arrastra hacia otro.
Como una sensación
de que me voy a caer
cada vez que intente subir
aunque sea un peldaño.
Y tú llegaste anunciando mi tropiezo,
no podía ser tan sorda.
Esta vez me tocaba ganar a mí.
El miedo es que derrumbándote a ti
me estoy derrumbando a mí,
a las mismas ganas,
a los mismos gestos,
al mismo deseo de ganar por una vez
que tú conseguiste llevar a cabo
y yo nunca me atreví.
Somos demasiado idénticos
como para permitirme hacerte daño
sin que me duela a mí la herida.
Un pasado que parece traspasado
desde un lienzo
hasta el otro.
La misma falta de amor
que a mí me llevó a darlo
y a ti a robárselo
a quién se te puso por delante.
Teníamos que encontrar a alguien
que nos hiciese reflejarnos cuál espejo
para cambiar los papeles.
Me diste ganas de ganar
y yo a ti de rendirte,
de una vez por todas.
Pero, no podemos engañarnos,
si algo tenemos en común
es que nos rompieron tanto por dentro
que nos encanta el desastre.
Lo estamos buscando y,
aunque no quiero anticipar acontecimientos,
mejor estar todos atentos
porque llega un cataclismo.
sábado, 27 de mayo de 2017
martes, 16 de mayo de 2017
Gracias... por lo que has hecho conmigo.
En lo malo,
en lo bueno,
en lo difícil,
en lo certero.
En lo imposible
que haces posible,
cuando aterrizo
y cuando vuelo.
En lo predecible,
lo tangible,
lo invisible
y lo nuevo.
En tus palabras,
en lo que entrego,
cuando mi ser
es tu reflejo.
En la locura,
la cordura,
lo complicado
y lo pequeño.
Lo sorprendente,
lo impresionante,
lo que no acepto
y lo que sueño.
En tus planes,
cuando me niego,
cuando me alejo
y cuando me acerco.
En lo oscuro,
en lo incierto,
los días tristes
y los que celebro.
En la amistad,
en el amor,
en las calles
y en los encuentros.
Lo que digo,
lo que canto,
en lo que escribo
y lo que no cuento.
En los errores,
los fracasos,
mis éxitos
y mis miedos.
Cuando no siento,
cuando no escucho,
cuando me evado
y cuando no puedo.
Mis adicciones,
lo que me llena,
setenta perdones,
siete comienzos.
En lo que vendrá,
lo que se ha ido,
lo que sucede
y lo que me invento.
En cada risa,
en cada llanto,
en lo que quieres
y en lo que quiero,
En cada gracias
que te he gritado
por llamarme
si no te encuentro.
En las horas que pasan
los días que acaban
los que elijo perderme
y no permanezco.
En los que te miro
y sigues ahí
pues no te has ido
en ningún momento.
En todo esto
es que te siento,
hoy vivo por dentro
y te lo agradezco.
en lo bueno,
en lo difícil,
en lo certero.
En lo imposible
que haces posible,
cuando aterrizo
y cuando vuelo.
En lo predecible,
lo tangible,
lo invisible
y lo nuevo.
En tus palabras,
en lo que entrego,
cuando mi ser
es tu reflejo.
En la locura,
la cordura,
lo complicado
y lo pequeño.
Lo sorprendente,
lo impresionante,
lo que no acepto
y lo que sueño.
En tus planes,
cuando me niego,
cuando me alejo
y cuando me acerco.
En lo oscuro,
en lo incierto,
los días tristes
y los que celebro.
En la amistad,
en el amor,
en las calles
y en los encuentros.
Lo que digo,
lo que canto,
en lo que escribo
y lo que no cuento.
En los errores,
los fracasos,
mis éxitos
y mis miedos.
Cuando no siento,
cuando no escucho,
cuando me evado
y cuando no puedo.
Mis adicciones,
lo que me llena,
setenta perdones,
siete comienzos.
En lo que vendrá,
lo que se ha ido,
lo que sucede
y lo que me invento.
En cada risa,
en cada llanto,
en lo que quieres
y en lo que quiero,
En cada gracias
que te he gritado
por llamarme
si no te encuentro.
En las horas que pasan
los días que acaban
los que elijo perderme
y no permanezco.
En los que te miro
y sigues ahí
pues no te has ido
en ningún momento.
En todo esto
es que te siento,
hoy vivo por dentro
y te lo agradezco.
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