las llaves que me salvaron la vida,
como a Benedetti.
Aún así me cuesta quitarme de los pulmones
el humo negro que cubre siempre esa ciudad.
No me olvido del camino de vuelta a casa,
el vecino en la ventana,
que no sé si sigue saludando.
Las cuatro brujas que me hechizaron,
cantan sin mí alrededor del fuego,
se reflejan las banderas
de un pueblo luchador
en cada llama.
No puedo olvidar los nombres de las calles
que recorrí lloviendo
para llegar a sitios de los que nunca me quise ir.
Recuerdo cada punto del mapa
donde construí cimientos
de edificios que nunca llegaron
a rascar el cielo.
Y en mi cabeza resuenan las cuerdas
de aquella guitarra que invocaba a Silvio
sobre las ruedas de un autobús destartalado,
comiéndose el ruido de los coches
que no paraban nunca
de correr,
y correr,
y seguir corriendo.
Y nadie se para a abrazar la soledad y la pausa.
Mientras yo no puedo parar,
porque mi cabeza sólo repite
y recuerda
lo que ya no es.
Quiere que vuelva a ser
e inventa futuros
en los que puedo vivir
en vez de no olvidar.
Pero lo que más me jode
es que,
por mucho que lo intente
con todas las fuerzas que aún me quedan en el pecho...
no consigo
olvidarme de ti.
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