Supongo que hay veces en la vida en las
que nos cansamos de esperar todo de todos y empezamos a esperar nada
de nadie. Dejamos de escribirle poemas a alguien que nunca los leerá,
decidimos romper páginas de libretas llenas de acordes que pintan
sentimientos que nunca llegarán a los oídos de quién los provoca,
empezamos a rendirnos... Sí, empezamos a rendirnos, por decirlo de
alguna forma.
Siempre tuve miedo a rendirme y, mucho
más, a dejar a mi corazón rendirse. Mi abuelita siempre me dice que
cuando quieres algo "tes que loitar, loitar e loitar" para conseguirlo, pero
ella es más fuerte que yo. Yo tan sólo lo parezco. Me vuelvo débil
cuando tengo delante un papel en blanco y puedo plasmar lo que no soy
capaz de hacer en voz alta. Y, a veces, me rindo.
Estoy ante una de esas veces en la
vida: mi corazón se rinde. No puede dar más de sí sin recibir nada a
cambio.
Lo que no esperaba era encontrar tanto
al dar tantas cosas por perdidas. Hacía tanto que no me rendía, que
no recordaba que en algunos momentos es mejor perderlo todo para empezar a vivir sin
nada que perder. Hoy lo grito: me rindo, me rindo mil veces, tiro por
la borda todas las palabras y todos los sentimientos que nadie se
atrevió a hacer suyos mientras colgaban de la vela de este barco que
está preparado para navegar sin rumbo fijo otra vez.
Tantas noches esperando que me dijeran
cosas que ahora simplemente siento a través de miradas sin necesidad de oírlas. Esta vez
es diferente, no tengo nada que perder.
Abro las puertas y me quedo al
descubierto porque nunca había sentido una necesidad tan fuerte de
volar. Con alas, sin alas, contigo. Por una vez no me lamento por lo
que pudo haber sido y no fue, sino que brindo por lo que pudo haber
sido y será. No hoy, ni mañana, pero será algún día.
Aunque tú no lo sepas, como cantaba
Urquijo, he imaginado mil futuros y hoy no puedo imaginar ninguno, de
lo real que es este presente. Hoy sólo veo hoy, veo ahora, te veo a
ti y no sé que pensar.
Porque no entiendo el viento que se
levanta entre nosotros cuando el aire que respiramos siente el
huracán que llevamos dentro, porque esperamos mucho y nos dijimos
muy poco, porque busqué en mil rincones hasta darme cuenta de que eras
tú. Ahora sí que es el momento de hacerle caso a mi abuelita. Tras
rendirme, puedo decir que esta vez vale la pena luchar.
Porque pudo haber sido y, aunque hoy no
puede ser, será. Te juro que será.
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