domingo, 27 de noviembre de 2016

Cinco.

Casi nunca uso mi blog para estas cosas, pero en el momento que menos me doy cuenta, me encuentro hablando de ellas. Son parte de lo que soy, se me hace imposible hablar de mí, sin hablar de las personas con las que quiero compartir el resto de mi vida. Es la familia que está ahí en los momentos en los que la de verdad falla, o en los momentos en los que el mundo requiere que tenga dos familias para soportarlo.
Siempre digo, para describirnos, que somos como las cinco puntas de una estrella: somos tan diferentes, polos opuestos, pero siempre caemos en el mismo centro.
Y ese centro todavía no sé bien cual es, pero tras discusiones, enfados, peleas, gritos y palabras que no se piensan, volvemos a caer en el centro y nada logra separarnos.
Cada una de ellas me hace sentir orgullosa.
Inés es Inés. No hay otra forma de describirla. Es una de las personas más únicas que he conocido. Es como una mamá. Nos cuida, nos riñe, organiza planes y hace tartas. Y está completamente loca. Lo cual es genial, porque se le ocurren las cosas más fuera del tema posibles y siempre hace ver que en todo lo que te rodea hay algo bueno, en cualquier día, en cualquier situación. Ella siempre tiene una sonrisa y siempre hace reír a las demás. Aunque mejor no la quieras ver enfadada, porque la positividad queda a un lado. Pero eso es lo que hace tan real su alegría. Puede enfadarse, sabe enfadarse, tiene claro lo que no le gusta y no le da miedo a mostrarlo, pero aún así decide ser feliz. Y es bonito. Sobretodo cuando le ves en su máxima felicidad: rodeada de niños. Imagino en el futuro que la tía Inés tendrá a todos nuestros hijos en su guardería, porque yo tengo muy claro que si algún día los tengo, no dejaría a mis hijos en mejores manos que en las suyas. Además iría con las niñas a buscarlos y saldríamos todas a tomar un café después de una mañana de trabajo para quejarnos de nuestros jefes entre risas.
Julia es diferente. Diferente a las otras tres. Le gusta el metal y las series frikis, prefiere un buen concierto de música clásica que una fiesta de pijamas. Es diferente y lo sabe, pero no le importa. Eso la hace especial. Eso y que siempre cree en las demás. Siempre ha creído en mí. Siempre ha apoyado cada una de nuestras decisiones, aunque nosotras a veces no se la devolvamos y critiquemos las suyas, pero tiene el corazón demasiado grande como para dejar de hacerlo. Me encanta cuando tiene algo por lo que luchar porque se le coloca esa cara de soñadora que dan ganas de soñar tú también. Necesitamos soñar y por lo tanto no todas las personas que nos rodean pueden ser un cable a tierra, algunas, como Juls tienen que ser un globito de helio que te haga volar un poco. Ella nos hace soñar, creo que eso es lo más especial de mi amiga.
Sabela... Es un desastre con patas. Un día esto, otro lo otro, cambio de idea cada segundo, cometo una locura enorme por alguien, después me arrepiento... Sabi es un desastre. No hay mejor definición. Pero da la casualidad de que amo el desastre. Creo que sin desastre la vida no tendría sentido. Para qué vivir si no tienes adrenalina, para qué vivir si no corres riesgos, para qué vivir si acatas la aburrida forma de ser que tiene todo el mundo en vez de apostar por lo que realmente importa: la amistad, el amor, la libertad, la diversión, la aventura. Por eso me encanta tener a Sabela a mi lado. Me desordena, nos desordena a todas. Es impredecible, nunca sabes por dónde va a salir. Y te impulsa. Te dice que la vida no está para seguir normas. Que la vida no se hizo para conformarte, que tienes que arriesgarte por lo que quieres. Tirarte por el balcón sin colchón que te recoja, esperando no hacerte daño. Las mejores cosas de la vida, se consiguen con riesgo, y eso lo aprendí de ella. Lo bueno, es que ella siempre tiene un botiquín de abrazos y cafés por si te haces daño. Nunca me ha faltado ese botiquín, nunca.
Sara, qué voy a decir, si no sé ni cómo empezar. Se escandaliza de nuestras locuras, pero luego ella sin pensarlo hace una peor. Un problema suyo la vuelve loca, pero increíblemente sabe como tranquilizarte al minuto en uno tuyo. Es la que sujeta mis pies en la tierra, para que no vuele como ella, por miedo a perderme. Todo esto porque es la persona más preocupada de sus amigas que se pueda incluso imaginar. Ella puede equivocarse, pero nunca dejará que una amiga suya sufra. Se enfrentará a mil gigantes si es por ver a sus amigas felices. Tendrá su corazón en mil pedacitos y aún prestará alguno de ellos para que tú recompongas el tuyo. Perderá la esperanza en todo, pero todavía la tendrá en que tú seas feliz. Hay pocas personas que me quieran como ella y soy consciente de ello, porque cuando Sara quiere, lo hace de verdad, y lo bonito de ser de las pocas que estamos en su pequeño grupo de seres queridos, es que sabremos que siempre tendremos la palabra adecuada, que siempre tendremos sensatez en nuestras ideas, que siempre querrá lo mejor para nosotras. Y eso, el ponernos por encima de ella misma, le honra.
Puedo imaginarme el resto de mi vida con ellas, porque será real. Somos almas libres, no nos gusta posarnos en un nido y quedarnos. Nunca dependemos de nada ni de nadie, ninguna de las cinco, por eso es tan especial que tengamos este nexo entre nosotras. Sé que viviremos aquí y allá, pero nunca nos faltará un reencuentro por Navidad, unas vacaciones de unos días juntas en la playa en verano, un viaje a dónde sea cuando la otra necesite una mano amiga. Mi futuro siempre será con mis hermanas.
Y, por último, quedo yo... Yo que soy inaguantable, que cada día me pasa algo más surrealista, que ya no saben qué decirme para que salga de mi nube, que soy más desastre que cualquiera... Lo más destacable de mí es que las tengo a ellas para quererme así, a pesar de todo. Y no podría ser más feliz.

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