Entiendo que eres así.
Eres libertad,
impulsividad,
calma.
Todo en el mismo golpe.
Acepté que eres tú,
con todo
lo que conlleva ser tú.
Eres con tus fallos,
con tus aciertos,
con tu lejanía
y tu cercanía
contrapuestas.
Eres con tu necesidad
de ser siempre el centro de atención,
sobretodo,
de mi atención.
Eres con esa sonrisa
que esconde lágrimas
que nunca te atreviste a llorar.
Eres con esos cuentos
de brujas y demonios
porque tu historia
no la eres capaz de contar.
Eres con tus musas
que te escriben ellas a ti los poemas,
en las estrellas que no ves
durante las noches grises.
Eres rescatando sueños
para ponérmelos en la mesilla,
eres la peor pesadilla
convertida en ideal.
Y yo no tuve escapatoria
más que escapar de allí,
con diez besos que debí haber dado antes.
Y no te solté nunca
porque sentía que la cuerda,
aunque dolía,
era lo suficientemente fuerte
para tirar de los dos.
Y me acostumbré
a tu libertad
siendo libre,
para darme cuenta
de que, en realidad,
liberarme es atarme
de pies y manos
cuando se trata
de estar sin ti.
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