tranquilo.
Tu ausencia está bien,
las madrugadas ya no te sienten
y se sienten bien.
Los días vuelven a tener horas vacías,
como si de repente pudiese ser
sin pensar en si tú sigues siendo.
Calma, de veras,
calma.
Seguro que estás bien
sin escuchar todas las grabaciones
que tenías guardadas para escucharme
antes de dormir.
Sé que estás bien, o bien,
que al menos estarás.
Lejos, probablemente,
cerca ya no tienes sitio,
se te olvidó reservar
una noche más.
Pensé en guardarte el lugar,
creyendo que volverías a llamar,
pero el teléfono no sonó y...
no tengo tanto tiempo
como para perderlo esperando.
Pero está todo bien,
te lo prometo.
Si eso te preocupa,
lee los versos que te escribí
y te dirán que esto no podía terminar mal,
después de todo,
o quizás...
terminó después de nada.
Una cerveza me dice que todo sigue igual,
aunque ya no haya un parque dónde derramarla
y la espuma se evapore sabiendo que no...
que no nos volveremos a ver.
Al menos, por ahora.
Ahora, por lo menos,
me siento bien.
Me faltó decir adiós
y decirle a Dios que me mande alguna lágrima,
que ya va siendo hora de llorarte
para dejarte correr.
Y estar bien,
con alma.
Todas las historias acaban...
y la nuestra no iba a ser la excepción.
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