La risa de quién no tiene
nada que perder,
unos buenos días por la tarde.
Un cuaderno lleno de sueños,
los ojos cerrados para despertar.
Me tienden la mano
aquellos con mochilas llenas
y carteras vacías.
Tiene una llamada perdida,
viene de cerca del mar.
Tropiezos que llevan a aciertos,
planes de futuro
que no llegan a más
y acaban siendo parte
de un presente indescriptible.
Confianza ciega
y una vida en mis manos,
abrazos de amor de niña,
complicidad secreta.
En busca de la felicidad
encontramos compañía,
el tiempo es oro
y este momento también.
Cuatro cervezas me echan de menos,
la quinta tendrá que esperar.
Familias que se escogieron
y sangre hecha amistad.
Mi sonrisa si le miro,
su mirada al sonreír,
ser feliz si es que lo es.
Que, al final, tendrás razón:
uno no se puede quejar.
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