Me comen mis propios demonios.
Y me abrazan
brazos nuevos.
Y no siento nada.
Lloro de madrugada.
Y me llaman a las tantas.
Y dicen que todo va bien.
Pero no me calma.
Sonrío de forma triste.
Y sonríen otros labios a centímetros,
y me hacen sonreír,
porque sé que es lo esperado.
Aunque no me late el pecho,
no me late como antes.
Noto otros dedos
acariciándome el hombro.
Y no me sanan.
Porque me despierto por la mañana
y,
si no te veo a ti,
no se me cierra la herida,
no se me vuelven las ganas.
Aunque vea otros ojos claros,
aunque sienta calor,
aunque sienta paz...
a veces daría todo
por sentir tu frío
y tu batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario