Me gusta conocerte,
cada día un poco más.
Y ver cómo voy sabiendo
cómo funcionas
en cada momento.
Dónde están los interruptores
para hacerte reír,
o para calmarte,
o para que te vuelvas loco.
Porque sé que, si digo
algo feo aunque sea en broma,
te enfurruñas
y pones carita de pena
para que te diga algo bonito.
Que cuando te rozo
te entran las cosquillas
y me pides por favor
que no te deje en evidencia.
Porque sé que
cuando te ríes de verdad,
abres un poco la boca
y asientes con la cabeza.
Y también que,
a veces,
no sonríes así
porque la sonrisa es falsa
y es sólo porque sabes
que verte sonreír me hace sonreír a mí.
Sé que te gusta ir con tiempo,
que cada cosa esté en su lugar,
que con mi caos desordeno todo
y eso te pone nervioso.
Pero también que,
cuando me miras,
y observas el desorden,
sólo niegas con la cabeza,
sonríes para ti mismo,
y te preguntas por qué tuve que ser yo.
Y yo no sé por qué tuve que ser yo,
ni por qué tuviste que ser tú.
Pero cuanto más te descubro,
más quiero explorarte.
Y quiero que sigas siendo tú,
hasta que tenga claro
el por qué de cada uno de tus gestos.
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