Quería tirar todo por la borda
y ni siquiera tenía
y ni siquiera tenía
ni puta idea
de qué iba a decir.
Hace un tiempo
acudiría a ti
a preguntarte
qué hacer.
O a tomarme una cerveza,
decirte "vaya mierda",
soltarte todo
y esperar a que tú,
entre risas,
me dieses el último consejo
que querría escuchar.
En ese momento,
sólo pensé en ti.
Qué opinarías de él,
qué pensarías
de cómo actúo a su alrededor...
si creerías que he hecho,
por fin,
una buena elección.
Te reirías
si lo conocieses.
Siempre dijiste
que acabaría con alguien así.
Sólo tú acertaste.
Aunque hace tres años
empecé a aceptar
que nunca estarías
para verlo.
¿Qué dirías tú?
En ese momento pensé
y encontré la respuesta.
Dirías que hiciese una lista
de pros y contras.
Empecé a hacerla en mi cabeza.
No seguí.
Porque dirías que,
una vez hecha,
si ganaban los pros
y no quería seguir,
ignoraría la lista.
O si los contras eran más
y mis ganas también,
podrían las ganas.
Que siempre me decías:
"si total,
haces siempre lo que quieres".
Así que me limite a romper la lista
antes de acabarla.
Y pensé que
ojalá siguieses aquí
para poder ver su mirada
y saber que estoy en buenas manos
antes de irte otra vez.
Y ahí,
amigo,
me di cuenta
de que si estuvieses aquí
me dirías,
como siempre me has dicho
con las oportunidades de la vida,
que hay trenes
que sólo pasan una vez.
Como pasaste tú, fugaz.
Por eso,
acto seguido
rompí el silencio,
me lancé a las vías
y me agarré al último vagón.
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