Sin más, se fue.
Ni te busqué, ni me encontré,
intenté perder el norte un poco más.
Me vi caer.
No me puse en pie, me levanté,
pero sosteniéndome en un soporte
irreal.
Pensé en volver.
Tuve miedo y ni siquiera peleé,
sabía que al comienzo iba a volver a
terminar.
Pregunté por qué.
Y no encontré respuesta, ni te hablé
de todo lo que un día me había hecho
delirar.
No recordé.
Dos locos tirados en el parqué,
mirando hacia el techo, quedaba mucho
por soñar.
Y me cansé.
Abracé otra espalda y pensé
que quizás el frío iba a empezar
pronto a quemar.
Me disfracé.
Pusé mil máscaras de papel,
para ocultar la lluvia que acabó por
traspasar.
Te volví a ver.
Perdí los estribos como ayer,
y creí que con diciembre iba llegar la
claridad.
Y llegó él.
Nunca creí llegar a perder
tanto la cabeza en poco tiempo sin
dudar.
Tuve fe.
En todas sus sonrisas me escudé,
dándole al amor el mal nombre que
siempre le quise dar.
Le supe querer.
Quizás fue porque te imaginé,
en cada te quiero que sin saber se
atrevía a pronunciar.
Como el claqué.
Mente en blanco, te borré, o eso pensé
mucho taconeo y poco avance en el arte
de olvidar.
Me equivoqué.
Tengo que admitirme de una vez,
que por muchas caras que te ponga el
reloj no vuelve atrás.
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