martes, 10 de enero de 2017

Nadie.

Sin querer,
me creí bala perdida
como si en algún momento
hubiese pertenecido a alguien
o a algo
o a algún lugar.

Y, sin querer,
(queriendo)
me perdí sin haber conocido nunca
ni el principio de mi camino,
en busca respuestas que,
ojalá,
nunca me llevasen a encontrarme.

Me aferré a unas raíces
que nunca fueron las mías
creciendo como un injerto mal plantado
de un árbol que estaba a punto de secarse del todo.

Me creí capaz de florecer
con flores que nunca fueron de mi especie
y di frutos que no valían ni para adornar la mesa.

Y me pregunté...
¿para qué?
Mirando a todos lados buscando una escapatoria
que me ayudase a dudar de todo,
como Descartes,
hasta de mi propia existencia,
pues aún no tengo muy claro
si existo porque pienso
al no saber si pienso
o sólo enredo ideas que aún no sé procesar.

Y salí a respirar,
como si el oxígeno pudiese activar corazones,
inhalando bocanadas de gas lacrimógeno casero,
de ese que hacen con mentiras,
un pasado que es mejor no recordar
y dedos rotos en pedazos tras contar a los que creía amigos con los pocos de mis manos.

Pero a mis lágrimas les faltaba sal
y vine a buscar montañas blancas que no se riesen de mí con la felicidad de la nieve.

Aquí estoy dejando mi huella en la arena,
preguntándome si este desierto podría ser un oasis
cuando se trata de una vida que hoy encuentro tan árida.

Si quizás este silencio podría confundir
a todas las voces que,
en mi cabeza,
siguen llamándome
nadie.

1 comentario:

  1. te amo, por Tocar la sensibilidad del corazón de las personas, a través de tus pensamientos convertidos en palabras <3

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