martes, 7 de noviembre de 2017

IX.

No todos los finales tuvieron un claro principio,
ni todos los principios tendrán un claro final.
La carretera no siempre marca el destino
y si seguimos las huellas de la arena,
no siempre nos llevan a dónde queremos llegar.
Fin y principio.
Pérdida y encuentro.
Es ahí, en la armonía
entre el todo y la nada,
el contigo y el sin mí,
dónde se encuentra el lugar
que pertenece enteramente a uno mismo.
O a muchos.
O a pocos.
Pero siempre pertenece,
siempre tiene dueño.
Porque en el momento en que alguien encuentra el centro,
pone su bandera y no se quiere ir.
Es el sentimiento de saber que es ahí dónde debes estar,
aún sabiendo que no tienes al obligación de estar en ningún lugar.
Dónde debes estar, con quién debes de estar y,
sobretodo,
a dónde debes volver,
año tras año,
vida tras vida,
a encontrar el punto fijo,
engrasar el mecanismo,
experimentar la simetría
y que vuelva, una vez más,
esa palabra a tu mente.
Hogar.
Porque a veces, no tienes que buscarlo.
Ni te viene dado.
A veces te encuentra él a ti.
En mi caso, sólo tuvo que hacerme reír.

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