No te escapes,
quédate.
Yo prometo no alejarme,
al menos no demasiado.
Sólo lo suficiente,
quizás,
para marcar el límite.
No te escapes,
cántame.
Quiero sentir tu voz vibrar
con el viento
y el sonido de la lluvia
apedreando la ventana.
Y que las notas caigan suave
como las gotas
y revivan la tierra
bajo nuestros pies.
Si te oyeran cantar las nubes
sería siempre verano.
No te escapes,
túmbate
con la cabeza en mi regazo
y hablemos.
Hablemos de lo que salió mal,
de lo que nos trajo hasta aquí.
Del mundo y sus miserias.
Qué dura es hoy la vida
y qué cara.
Nosotros que odiamos el dinero
y nos vemos envueltos
en sobres que nos lo piden.
Vayámonos.
Quédate, pero no aquí.
quédate sólo conmigo.
Dónde sea,
dónde seamos,
o dónde podamos ser.
Y pintemos pentagramas
con sonrisas
allá dónde quepan.
Y ganémonos la vida a base de alma,
compartamos a gritos el arte.
Busquemos nuestra paz,
la misma que empecé a recobrar
cuando apareciste.
Qué duro es hoy vivir
y que bonito pensar
que,
por vivir,
nos encontramos.
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