Sé qué quiero decir
pero no cómo
sin dañar esos mismos corazones
que han dañado el mío primero,
porque no quiero ser como ellos.
Disfracé mis miedos
con un par de bromas
y muchas carcajadas
que sólo aquellos que conocen mi interior
saben que estaban vacías.
Todo el mundo cree que me conoce
porque conocen mi primera capa
a la perfección.
La mejor estrategia,
utilizando la razón,
para evitar que intenten buscar otras puertas
hacia mi centro
que me cuesta no abrir
cuando tocan el timbre.
Por eso las mantengo bien escondidas
esperando que nadie llegue.
Cubrí con falsa alegría
la tristeza de sentir
que nunca volvería a sentirme plena.
Hasta que llegan ciertas noches
en las que todo explota,
y la lluvia limpia ese maquillaje
dejando ver que en verdad
mis ojos están inundándose
mientras mi sonrisa
pretende salir a flote.
Y cómo quieren que confíe
en que todo va a ir bien,
si quién me dijo esa frase cien veces
desapareció en cuánto se dio cuenta
que conmigo no siempre es así,
en vez de seguir luchando para cambiarlo.
Si sólo había una persona
que sabía dónde encontrarme
cuando el mundo se me caía encima
y un día dejó que me aplastara,
me dejó peleando sola
en un lugar dónde nadie más me iba a buscar
si moría en la batalla.
Si llamé familia
a una que no era de sangre
y acabaron llenándose de ella
tras clavarme varias puñaladas en la espalda
fingiendo que me la estaban cuidando.
Si tantos otros me han prometido
lo que sabían desde un principio
que no eran capaces de cumplir.
Lo siento si hoy no creo,
lo siento si hoy no confío,
lo siento si prefiero pelear sola,
y lo siento si mi corazón
está sellado
a cal y canto.
Llega un momento
en el que ya no puedes permitir
que alguien más te vuelva a fallar.
Llega un momento
en el que encuentras lo que quieres
y huyes por miedo a perderlo
otra vez.
Llega un momento
en el que sólo quedas tú
tus letras
y un pasado
que se pasa el día
cerrándole puertas al futuro.
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