Sabes que me encanta.
Por eso te miro todo el tiempo,
a ver si así no me pierdo
la fugacidad con la que asoman
tus sonrisas.
Sonríes como un niño
a punto de hacer
alguna travesura.
Y guiñas el ojo izquierdo
para afinar la puntería,
mientras en tu mente te aseguras
de que vas a volver a ganar.
Disimulas cuando vas a hacer algo
que no tiene ninguna lógica.
No quieres que te vea
saliéndote de lo que tiene un sentido.
Así que te haces el cuerdo
para hacer un poco el loco.
Mueves mucho las piernas
cuando te pones nervioso
porque algo no está saliendo
como planeabas.
Y yo intento cambiar de argumento
para darte calma,
hasta que veo como te quedas quieto
y vuelves a sonreírme.
Y juro que cuando veo esa sonrisa
todo me vale la pena.
Y me siento pequeña
para la marea que se levanta
dentro de mí.
Pero me abrazas,
apretando muy fuerte,
como haces siempre.
Y,
por primera vez en la vida,
dejo de temblar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario