sábado, 31 de diciembre de 2016

2016.

Ha sido un año de descubrimientos.
Descubrí que no hay nada mejor que perderse para encontrarse, ni que perderlo todo para ganarlo todo. Estuve más perdida que nunca y encontré lo que siempre había buscado dentro de mí, que parecía escaparse de mis dedos siempre que lo rozaba.
Descubrí que el amor viene y va, como una cuerda de la que continuamente tiramos. Si tiras demasiado, la otra persona afloja por la tensión. Y si aflojas... probablemente pierdas a la otra persona, que se escapará con tu cuerda.
Descubrí que el mundo se mueve mediante energías, que existen buenas y malas energías. Que las malas energías pueden estar encerradas en las pesadillas, en las habitaciones donde alguien ha dañado a otra persona, en las palabras que cortan como cuchillos, en los malos deseos... Y las buenas... las buenas se sienten al momento de estar cerca de ellas. Puedes entrar en un lugar y sentir que tu corazón se enciende, tu cara tiene ganas de sonreír y tus ojos brillan, porque las buenas energías dan luz.
Descubrí que el mundo está lleno de personas malas. Que los seres humanos podemos ser muy crueles y, por eso, entiendo las desgracias del mundo. Pero como siempre, para que haya frío tiene que haber calor, así que también descubrí que el mundo está lleno de personas maravillosas. Que hay quién tiene la puerta de casa y la puerta del corazón abierta para cualquiera que necesite refugio.
Descubrí que la familia no es sólo de nacimiento, ni sólo de sangre. Que se empieza con una copa y unas risas, se sigue con un par de conversaciones y se acaba llamando hermanos a quién hace unos meses eran extraños. Que la familia es aquella que confía plenamente en ti, que te apoya en tus decisiones más importantes, que cree en ti, que te abraza cuando tienes un mal día, que tiene siempre un sitio para ti en su sofá, cosas tan simples como esas, que hacen de una casa ajena un hogar.
Descubrí, una vez más, que la distancia no la hacen los kilómetros, si no que la hacen las personas. Que quién quiere estar, estará, y quién quiere irse desaparecerá sin ni siquiera cerrar la puerta tras de sí.
Descubrí que el arte puede salvarte de la vida cuando esta pesa, que la poesía alimenta el alma y la música cura cualquier herida.
Descubrí que la naturaleza no tiene límites, vi paisajes que nunca imaginé contemplar. Me perdí entre montañas, volcanes, lagos y océanos y siempre quiero ver más. Tomé mil riesgos y descubrí que las mejores cosas de la vida son algunas de aquellas que siempre te dijeron que no hicieras, porque su cobardía quería callar tu valentía.
Descubrí que nunca estoy sola, que nací con un propósito y que tengo una vida para descubrirlo. Que puede haber mil tormentas, pero al final Él estará cuando ya no queden salvavidas a los que aferrarme.
Descubrí que el mundo se está cayendo a cachos. Que destrozamos vida a cada paso. Se queman bosques, se contaminan mares, se matan niños, se muere gente de hambre mientras otros nadan en billetes... Y descubrí que todo esto no va a cambiar quedándonos sentados "porque no hay nada que hacer". Que hay que entregar la vida para que con cada paso estemos cambiando la realidad a poquitos.
Descubrí que no hay nada mejor que ser quién tú quieres ser, hacer lo que te da la gana de hacer y tener a tu lado a quienes no hacen más que hacerte reír hasta que no puedes aguantarte las ganas de hacer pis. Porque todo esto te hace ser feliz, pero de esa felicidad verdadera, de la que no se compra ni se finge, de la de verdad.
Por otro año de descubrimientos, gracias 2016, bienvenido seas 2017.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Viaje.

Y mientras tanto sigue explotando el cielo encima de nosotros,
seguimos ganando terreno y perdiendo miedo,
siguen gritando a voces que paremos
mientras el mundo nos llama a movernos.

Siguen diciendo que no es posible salir,
seguimos creyendo en todo lo que vemos,
y el camino sigue haciéndose más recto
marcando el mismo final aunque nos desviemos.
La arena quema mientras dentro sigue haciendo frío,
sigo pisando en agujeros negros,
que si algún día empiezo a equivocarme menos
será porque ya me he muerto.
Cada piedra es una lección
y cada fallo un nuevo cuento.
Sigue caminando sin ponerte peros,
que esta es tu vida
y,
hoy,
tu momento.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Eres calma.

Eres calma.
Y lo eres en los días grises,
en los que el té se vuelve más amargo
y las ventanas
le cierran la puerta al último rayo de sol
que podría iluminar mi oscuridad.

En los días de diciembre,
que son fríos en tu norte
y arden en mi sur.
La lluvia cae en tu mitad del mundo
y las flores se abren alegres en la mía.
En esos días,
yo sólo me siento destemplada.
Por tu frío.
Por mi calor.
Pero tú eres calma.

Eres calma
porque me haces frenar mi terremoto
antes de que te destruya
o me destruya.
O, peor aún,
destruya lo que un día empezamos a construír
entre los dos.

Porque callas mi locura,
aunque seas otro loco,
dándole paso a una brisa
que me devuelve la razón.

Y te quiero,
aunque me cueste,
te quiero porque eres calma.
Porque acostumbro a vivir
en medio de este caos
que sólo me trae desgracias.
A llorar por las esquinas
temiendo que en este bosque,
en el que me escondo hace tiempo,
nunca encuentre una salida.

Acostumbrada a tanta mentira,
a ser hundida antes de intentar subir,
a que se me caigan los planes
y a que nadie se moleste
en arreglar este desastre.

Y por eso,
no voy a dejarte ir.
Porque en cada uno de mis infinitos errores
e incontables tempestades,
te encuentro a ti.
Y tú...
tú eres calma.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Cinco.

Casi nunca uso mi blog para estas cosas, pero en el momento que menos me doy cuenta, me encuentro hablando de ellas. Son parte de lo que soy, se me hace imposible hablar de mí, sin hablar de las personas con las que quiero compartir el resto de mi vida. Es la familia que está ahí en los momentos en los que la de verdad falla, o en los momentos en los que el mundo requiere que tenga dos familias para soportarlo.
Siempre digo, para describirnos, que somos como las cinco puntas de una estrella: somos tan diferentes, polos opuestos, pero siempre caemos en el mismo centro.
Y ese centro todavía no sé bien cual es, pero tras discusiones, enfados, peleas, gritos y palabras que no se piensan, volvemos a caer en el centro y nada logra separarnos.
Cada una de ellas me hace sentir orgullosa.
Inés es Inés. No hay otra forma de describirla. Es una de las personas más únicas que he conocido. Es como una mamá. Nos cuida, nos riñe, organiza planes y hace tartas. Y está completamente loca. Lo cual es genial, porque se le ocurren las cosas más fuera del tema posibles y siempre hace ver que en todo lo que te rodea hay algo bueno, en cualquier día, en cualquier situación. Ella siempre tiene una sonrisa y siempre hace reír a las demás. Aunque mejor no la quieras ver enfadada, porque la positividad queda a un lado. Pero eso es lo que hace tan real su alegría. Puede enfadarse, sabe enfadarse, tiene claro lo que no le gusta y no le da miedo a mostrarlo, pero aún así decide ser feliz. Y es bonito. Sobretodo cuando le ves en su máxima felicidad: rodeada de niños. Imagino en el futuro que la tía Inés tendrá a todos nuestros hijos en su guardería, porque yo tengo muy claro que si algún día los tengo, no dejaría a mis hijos en mejores manos que en las suyas. Además iría con las niñas a buscarlos y saldríamos todas a tomar un café después de una mañana de trabajo para quejarnos de nuestros jefes entre risas.
Julia es diferente. Diferente a las otras tres. Le gusta el metal y las series frikis, prefiere un buen concierto de música clásica que una fiesta de pijamas. Es diferente y lo sabe, pero no le importa. Eso la hace especial. Eso y que siempre cree en las demás. Siempre ha creído en mí. Siempre ha apoyado cada una de nuestras decisiones, aunque nosotras a veces no se la devolvamos y critiquemos las suyas, pero tiene el corazón demasiado grande como para dejar de hacerlo. Me encanta cuando tiene algo por lo que luchar porque se le coloca esa cara de soñadora que dan ganas de soñar tú también. Necesitamos soñar y por lo tanto no todas las personas que nos rodean pueden ser un cable a tierra, algunas, como Juls tienen que ser un globito de helio que te haga volar un poco. Ella nos hace soñar, creo que eso es lo más especial de mi amiga.
Sabela... Es un desastre con patas. Un día esto, otro lo otro, cambio de idea cada segundo, cometo una locura enorme por alguien, después me arrepiento... Sabi es un desastre. No hay mejor definición. Pero da la casualidad de que amo el desastre. Creo que sin desastre la vida no tendría sentido. Para qué vivir si no tienes adrenalina, para qué vivir si no corres riesgos, para qué vivir si acatas la aburrida forma de ser que tiene todo el mundo en vez de apostar por lo que realmente importa: la amistad, el amor, la libertad, la diversión, la aventura. Por eso me encanta tener a Sabela a mi lado. Me desordena, nos desordena a todas. Es impredecible, nunca sabes por dónde va a salir. Y te impulsa. Te dice que la vida no está para seguir normas. Que la vida no se hizo para conformarte, que tienes que arriesgarte por lo que quieres. Tirarte por el balcón sin colchón que te recoja, esperando no hacerte daño. Las mejores cosas de la vida, se consiguen con riesgo, y eso lo aprendí de ella. Lo bueno, es que ella siempre tiene un botiquín de abrazos y cafés por si te haces daño. Nunca me ha faltado ese botiquín, nunca.
Sara, qué voy a decir, si no sé ni cómo empezar. Se escandaliza de nuestras locuras, pero luego ella sin pensarlo hace una peor. Un problema suyo la vuelve loca, pero increíblemente sabe como tranquilizarte al minuto en uno tuyo. Es la que sujeta mis pies en la tierra, para que no vuele como ella, por miedo a perderme. Todo esto porque es la persona más preocupada de sus amigas que se pueda incluso imaginar. Ella puede equivocarse, pero nunca dejará que una amiga suya sufra. Se enfrentará a mil gigantes si es por ver a sus amigas felices. Tendrá su corazón en mil pedacitos y aún prestará alguno de ellos para que tú recompongas el tuyo. Perderá la esperanza en todo, pero todavía la tendrá en que tú seas feliz. Hay pocas personas que me quieran como ella y soy consciente de ello, porque cuando Sara quiere, lo hace de verdad, y lo bonito de ser de las pocas que estamos en su pequeño grupo de seres queridos, es que sabremos que siempre tendremos la palabra adecuada, que siempre tendremos sensatez en nuestras ideas, que siempre querrá lo mejor para nosotras. Y eso, el ponernos por encima de ella misma, le honra.
Puedo imaginarme el resto de mi vida con ellas, porque será real. Somos almas libres, no nos gusta posarnos en un nido y quedarnos. Nunca dependemos de nada ni de nadie, ninguna de las cinco, por eso es tan especial que tengamos este nexo entre nosotras. Sé que viviremos aquí y allá, pero nunca nos faltará un reencuentro por Navidad, unas vacaciones de unos días juntas en la playa en verano, un viaje a dónde sea cuando la otra necesite una mano amiga. Mi futuro siempre será con mis hermanas.
Y, por último, quedo yo... Yo que soy inaguantable, que cada día me pasa algo más surrealista, que ya no saben qué decirme para que salga de mi nube, que soy más desastre que cualquiera... Lo más destacable de mí es que las tengo a ellas para quererme así, a pesar de todo. Y no podría ser más feliz.

sábado, 29 de octubre de 2016

Mírame

Te miro de la forma en la que mira alguien
que hace al menos cien años
que no mira así.
Lo cual es casi una paradoja
pero hay situaciones que presentan daños
y quedan enredadas.
Como cuando te lancé esa mirada.
Tú pestañeas y giras la cara
para que no vea asomarse esa sonrisa rota
que llevo un tiempo intentando coser.
A mí me cosieron las heridas
a base de clavar la aguja
y yo no quiero que sufras
así que cojo tu mano y acaricio tu piel,
en lugar de atravesarla.
Dejo que el aire te limpie la cicatriz
y te encienda como a las colillas cuando ya no dan más de sí.
Porque eres puro fuego
aunque no lo veas,
aunque nos hagamos los locos
y las noches sepan a poco desde que fingimos no conocernos,
sabiendo que tu pecho y el mío son más que conocidos.
Desde que queremos dejar de ser más que amigos
y acabamos, hoy,
un poco menos lejos que ayer
de ser lo que nunca fuimos.

domingo, 16 de octubre de 2016

Treboada.

Llueve.
Gotas que se pierden
como nos perdimos sin querer
en este mar de dudas.
Que quizá no aguante más locuras
y pida auxilio a otro vaivén
que le devuelva a la vida.
No encuentro otra forma de volver a casa
que no sea el desastre de una tormenta.
Tal vez es que ya no tengo hogar
y lo único que me da un consuelo son los días grises,
el sonido que me vio crecer
saltando en charcos y mojando pensamientos.
Y hoy nos empeñamos en no mojarnos para no despertar,
mientras siguen colocando paraguas que no nos dejan ver el cielo.
Eso es lo que quieren, 
que no veamos el cielo
y sigamos llorando por quién abandonó nuestra habitación de madrugada
después de un intento de cubrir nuestra miseria con placer.
Que sigamos lamentándonos por lo que pasa en el campo de un estadio
para que la televisión no nos tenga que mostrar lo que pasa en un campo de concentración.
Pienso que nos hace falta a nosotros ese campo,
para concentrarnos en lo que verdaderamente importa, 
aunque ya no importe a nadie,
y que la lluvia vuelva a empapar nuestra ropa
para que se desgaste.
Volver a ver las heridas
que nos dejaron los años 
en la oscuridad de un cielo escondido.
Gritar hasta romper los muros
que se caiga el abrigo
y los paraguas se rompan.
Porque hoy llueve, pero la lluvia ya no es la misma
desde que no hay casa que me retenga,
desde que no recuerdo mi hogar
ni la última vez que me sentí libre de verdad.
Probablemente sólo me queda arriesgar todo a un número
y rezar que no caiga en el 9, 
que siempre me dio mala suerte.
Nos queda ser lluvia otra vez,
y perdernos por las calles por las que juramos ser eternas, 
para encontrar un mar al que desembocar
en el que por fin podamos ver las estrellas.

viernes, 9 de septiembre de 2016

No nos dimos cuenta.

No nos dimos cuenta del momento en que crecimos y los marcos superiores de las puertas empezaron a ser, de pronto, alcanzables.
Crecimos felices, si le podemos poner algún adjetivo. Aunque el tiempo nunca acompañó del todo, el sol siempre decidió salir entre el estrés y las dudas de esos niños que jugaban a ser mayores. Qué le vamos a hacer si en nuestra tierra siempre vuelve a llover por mucho que escampe.
Fue difícil darme cuenta de que al escuchar Yellow en las noches vacías ya no me siento llena, porque ya no soy la misma. Y mi mente ya no puede convencer a los ojos para mantenerse más tiempo cerrados ante la realidad que hay delante.
Galicia se despide del verano entre colores de otoño, mientras aquí llega la primavera y, una vez más, son seis horas más de invierno. La tierra que pisaron los poetas parece tan distinta a todo lo que había conocido hasta ahora y me doy cuenta de que soy yo la que sigo cambiando. La que sigo creciendo.
Porque no me di cuenta en qué momento los viernes dejé de merendar bocadillos entre deportes y risas con personas que hace un tiempo pasaron a ser un vago recuerdo plasmado entre las fotos de un álbum. Ni fui consciente cuando empecé a estar disponible a horas intempestivas para coser los corazones rotos de mis amigos. Cuando dejé las gafitas rojas en un cajón y decidí que era momento de quererme y admirarme por todo lo andado.
No sé por qué desvié mi camino a océanos ajenos. Pero estoy orgullosa de ese camino.
Y empiezo a notar que, tal vez, de eso se trata. De no darse cuenta de los cambios. De no ser consciente de los pasitos que nos hacen crecer día a día. Para mirarte al espejo un día y que te golpee lo que ves. Para sentirte orgullosa al recorrer los rincones de la memoria y ver todo lo que hemos vivido.
Las personas de aquí, las de allá y las del otro allá. Las que importan. Dejémoslo en las que importan. Debo mil canciones sin nombre, mil cartas sin sello y mil abrazos sin dueño. Debo tanto. A ellas, a las que importan. Por todo lo que hemos vivido. Por caminar conmigo.
Tarea difícil. Caminar conmigo nunca fue fácil si el objetivo no era perderse. Pero no me gusta tener otro. Perdiéndome me encuentro y es lo que he hecho una vez más. He tenido que perderme para encontrarme, para encontraros a algunos en la distancia, para encontraros a otros en mi aventura.
Siempre dispuesta a perderme, hoy me encontré y decidí perderme otra vez entre palabras, pues no nos dimos cuenta de que crecimos. Volvemos un poco a lo mismo. No nos dimos cuenta de cuando cambiamos las lágrimas por poemas.
No me di cuenta de cuando me di cuenta de todo esto. Quizás crecí y ya no me quedaban lágrimas. Pero, allá donde esté, siempre quedarán letras.

domingo, 14 de agosto de 2016

Efímera.

Sólo me quedas tú.
Y este folio virtual que no se acaba de llenar de palabras porque ya no me quedan.
Me gasté la tinta de cada bolígrafo con el que intenté escribir nuestra historia,
que permanecerá inexistente por no haberla escrito antes.
Nos faltó valor.
O dolor.
O ambas.
Y ahora nos sobran kilómetros y los regalamos por las esquinas
a los valientes que se atreven a escuchar nuestra odisea.
Cerrando bares, abriendo heridas.
Contando besos insípidos y versos escondidos bajo un vaso de vodka vacío. 
No queda cerveza, me quedan cinco copas que intentan que mañana no me acuerde ni de ti.
Ojalá fuera tan fácil.
Ojalá la lluvia no me empapase de recuerdos efímeros.
Si eso es lo que somos al fin y al cabo,
efímeros. 
Retales de tiempo perdido esperando encontrarnos,
con el único objetivo de perdernos otra vez en el desvío de una confesión nocturna.
Estamos condenados a avanzar hacia la nada
desde el día que lo quisimos todo,
pero no lo supimos mantener.
A nacer en un martes 13 y equivocarnos de día
para no tentar demasiado a la suerte porque aún no te conoce.
El día que lo haga dejaremos de andar con pies descalzos
que ya bastante mal nos va 
sin pedirle al azar que nos joda más las cosas.
Confié en el amanecer otro domingo vacío para darle claridad a mis ideas 
y ese día anocheció dos veces
para no darle oportunidad al sol de contarme tu secreto.
Por eso aún sigo preguntándome cómo haces que brille tanto tu ausencia.
Y de las cinco, tras escribir como con acuarela parte de nuestra historia,
me quedan dos copas.
Rezo porque algún día dos copas ganen a una espada. 
Y me pueda quitar así el as que llevo en la manga desde esa noche.
Desde esa despedida en la estación.
Esa efímera despedida que hizo que, en diez segundos, 
veinte años se tambalearan sobre sus propios cimientos.

domingo, 19 de junio de 2016

Será.

Supongo que hay veces en la vida en las que nos cansamos de esperar todo de todos y empezamos a esperar nada de nadie. Dejamos de escribirle poemas a alguien que nunca los leerá, decidimos romper páginas de libretas llenas de acordes que pintan sentimientos que nunca llegarán a los oídos de quién los provoca, empezamos a rendirnos... Sí, empezamos a rendirnos, por decirlo de alguna forma.
Siempre tuve miedo a rendirme y, mucho más, a dejar a mi corazón rendirse. Mi abuelita siempre me dice que cuando quieres algo "tes que loitar, loitar e loitar" para conseguirlo, pero ella es más fuerte que yo. Yo tan sólo lo parezco. Me vuelvo débil cuando tengo delante un papel en blanco y puedo plasmar lo que no soy capaz de hacer en voz alta. Y, a veces, me rindo.
Estoy ante una de esas veces en la vida: mi corazón se rinde. No puede dar más de sí sin recibir nada a cambio.
Lo que no esperaba era encontrar tanto al dar tantas cosas por perdidas. Hacía tanto que no me rendía, que no recordaba que en algunos momentos es mejor perderlo todo para empezar a vivir sin nada que perder. Hoy lo grito: me rindo, me rindo mil veces, tiro por la borda todas las palabras y todos los sentimientos que nadie se atrevió a hacer suyos mientras colgaban de la vela de este barco que está preparado para navegar sin rumbo fijo otra vez.
Tantas noches esperando que me dijeran cosas que ahora simplemente siento a través de miradas sin necesidad de oírlas. Esta vez es diferente, no tengo nada que perder.
Abro las puertas y me quedo al descubierto porque nunca había sentido una necesidad tan fuerte de volar. Con alas, sin alas, contigo. Por una vez no me lamento por lo que pudo haber sido y no fue, sino que brindo por lo que pudo haber sido y será. No hoy, ni mañana, pero será algún día.
Aunque tú no lo sepas, como cantaba Urquijo, he imaginado mil futuros y hoy no puedo imaginar ninguno, de lo real que es este presente. Hoy sólo veo hoy, veo ahora, te veo a ti y no sé que pensar.
Porque no entiendo el viento que se levanta entre nosotros cuando el aire que respiramos siente el huracán que llevamos dentro, porque esperamos mucho y nos dijimos muy poco, porque busqué en mil rincones hasta darme cuenta de que eras tú. Ahora sí que es el momento de hacerle caso a mi abuelita. Tras rendirme, puedo decir que esta vez vale la pena luchar.
Porque pudo haber sido y, aunque hoy no puede ser, será. Te juro que será.


domingo, 29 de mayo de 2016

Ojalá te vaya bien.

Por fin puedo decir que ojalá te vaya bien. De todo corazón, ojalá te vaya bien.
Ojalá encuentres tu camino, ojalá sepas qué quieres hacer, dónde quieres encontrar un nuevo hogar, y a qué proyecto dedicar tus esfuerzos y tus ganas, al menos, los próximos años.
Y ojalá te vaya bien.
Ojalá me olvides. Ojalá vuelvas por la misma ciudad cansina que nos vio crecer, camines por mi barrio, por el tuyo, por ninguno, o por los dos, y no me recuerdes. Que todo quede en el olvido, que no te quedes toda la noche despierto, como suele pasarte, y que no me llames. Que no me hagas dudar... una vez más.
Ojalá te quedes con lo bueno, con que fuiste la persona en la que confié más ciegamente en mi corta vida, con las conversaciones serias tirados en cualquier banco, o las no tan serias en las que acabábamos peleándonos cual críos. De alguna forma u otra, supongo que a veces es lo que somos, tan sólo críos.
Y ojalá hayas aprendido de lo malo. Y cuando oigas gritos al otro lado de la pared en cualquier piso de alquiler, no te culpes por las veces en las que esos fuimos nosotros. Fuimos cada respuesta que denotaba bipolaridad, el no saber qué hacer, culpándonos sin sentido y dando golpes a contenedores cada uno en un lado de la ciudad, tras patearnos, como poco, cincuenta calles perdidas de las que nunca sabremos el nombre. Pero aprendimos. Aprendimos que los buenos a veces no somos tan buenos, que todos tenemos que ser quién hace daño alguna vez. Ayer te tocó a ti y hoy me toca a mí. Aprendimos que una cosa es estar ciego y otra es ir sin bastón. Demasiado ciega para andar al descubierto y tú demasiado despistado como para no tropezar conmigo.
Qué bonito poder decirlo. Ojalá logres todo lo que te propongas. Siempre creí en ti y, aunque no lo mereces, no voy a dejar de hacerlo. Ojalá triunfes allá dónde vayas con cualquiera de tus cualidades. Te voy a seguir apoyando, aunque no te recuerde, aunque no pienses en mí, siempre quedará algo que te dará fuerza cuando no la tengas, y llegarás alto.
Ojalá... ojalá seas muy feliz. Que el miedo no te vuelva a impedir ser feliz. Que el miedo no te vuelva a impedir arriesgar, otra vez. Que el miedo no te vuelva a obligar a tener que sincerarte cuando ya era demasiado tarde. Que el miedo te deje vivir. Ojalá. Ojalá no te vuelvas a arrepentir de no haberte quedado. Que sigas sonriendo como sólo tú sabes, que seas un hombro dónde llorar para quién lo necesite y que trates a muchas personas la mitad de bien que me trataste a mí cuando más lo necesitaba. Y ojalá aquel bar siga recogiendo tus historias como lo hizo un día con los dos. 
Ojalá seas muy feliz, de verdad.
Por experiencia te digo, que se tardan muchas noches en olvidar(te), pero con una es suficiente para decidir ser feliz.

lunes, 16 de mayo de 2016

Versos

Hace tiempo
que no me escriben versos.
Puede que incluso los ya escritos
hayan volado.
Y la luna brille hoy con esa fuerza
porque es más fácil derrochar la luz que hacer el esfuerzo de levantarse y apagarla.
Y te ilumine sin haberme dado protección previamente. Y me deslumbres.
Porque hace tiempo
que nadie me escribe versos.
Que me prometieron susurrarme besos por Malasaña y jugar al escondite entre las Torres de Quart. Romper las olas del Atlántico a gritos desde los acantilados y tirar a la marea los sueños perdidos al lado equivocado del océano.
Y no ocurrió. 
Me recorrí tantas calles de lugares ajenos buscando abrigo. Y en los bares de Madrid no encontré a quién esperaba, las Torres se derrumbaron a mi paso, las rocas que baña el mar están ahora llenas de silencio y me han dicho con acento americano que ya no hay tiempo para sueños.
Y hace tanto, tanto frío.
Pero tú, sin promesas, apareces y te recorres mis piernas sin miedo a encontrarte baches. Me miras como si quisieras aprenderte cada una de mis pecas y hablarme con los ojos.
Y hace tiempo que no me dedican versos,
pero tú has escrito con los dedos
al menos cuatro poemas en mi espalda
y mi cadera ya los recita.
Y ojalá ni me prometas nada, sólo da pasos en falso sobre los de quién prometió antes.
En falso
porque me gusta caerme.
Que desde el suelo no puedo ir más profundo.

lunes, 2 de mayo de 2016

Amigo.

Pintaste estrellas en el cielo
cuando era demasiado de noche
y
solamente
quedaban nubes.


Abriste mis ojos ante el espejo
cuando no podía ni verme
y
solamente
vi luz.


Llenaste de atardeceres el verano,
de risas, secretos y silencios
y
solamente
nos hablaba el mar.


Me diste alas para volar,
pero me las cortaste cuando no razonaba
y
solamente
necesitaba adrenalina.


Fuiste familia y escapatoria
cuando el mundo se hacía grande
y
solamente
podía huir.


Marcaste un para siempre
en la línea del tiempo de la amistad
y
solamente
nos queda seguir caminando
(un día más cada día).

miércoles, 6 de abril de 2016

Arte.

Tic. Tac.
Cuatro versos en cuatro minutos. Impotencia.
Intento imitar tu poesía pero me desbordan los recuerdos.
Puede que estemos destinados a que los kilómetros nos empujen hacia atrás cada vez que empezamos a caminar.
Iba a escribir un poema, pero hoy no sale. Es una sensación extraña. Como si el arte quisiera salir pero no pudiese. Y es que ¿cómo darle sentido a un sólo verso si no te tengo delante?
Me equivoqué al pensar que la vida da sólo lo que puedes soportar y que todo pasa por una razón, pues no puedo soportar el no entender la razón por la que apareciste de la nada para intentar cambiarlo todo.
Y, además, fracasaste. No cambiaste todo, cambiaste un trocito de mí que se extiende y se ríe del resto de mi persona por no brillar tanto como él.
Tus palabras siguen resonando en mis oídos como si no hubiera tregua, como si siguiésemos peleando por tirar del suelo hasta romperlo y que la tierra que tengo debajo se dispare justo hasta tus piés. Conmigo encima.
Mis melodías envolviendo versos con los dedos y tus versos desgarrando melodías con los dientes.
Y sin poema. Y con prosa. Y sin valor. Aún no sé como decirte que cambiaste mi percepción de arte en el primer momento que me miraste a los ojos de verdad, sin que suene a exagerar. Que no exagero, sino expreso, pero quizás lo que provocaste es exagerado.
Que desde ti el arte no es arte, si la ar(ti)sta no es con(ti)go.

martes, 29 de marzo de 2016

Emaús.

Cuando la esperanza se ha quedado dormida y la alegría parece una enfermedad pasajera que no termina de contagiarme, aparecen unos seres que me calan por dentro y lo cambian todo.
Hoy va por los que me cerraron el grifo cuando me ahogaba en un vaso de agua. Por los que nunca cayeron, a pesar de ser tan fácil tropezar en mi caos.
Cuenta la leyenda que existen personas que llevan luz dentro. Empiezo a pensar que las leyendas no son más que realidades disfrazadas, pues yo veo el camino más claro cuando están cerca.
Cada día que pasa crece la parte de mí en que estos seres habitan. Se han instalado con todo el equipo en un piso sin amueblar que ahora parece estar demasiado lleno. Hace un par de años firmé un alquiler, pero no recuerdo haber dado opción a compra. Y sin darme cuenta tengo unos treinta okupas que no piensan salir de ahí ni devolver la llave.
Quién me iba a decir que tendría una parte del corazón en cada rincón de esta maldita península, encontrando un hogar cada vez que paso a recoger los trocitos.
Siento a estos seres en cada melodía que provoco con las cuerdas de mi guitarra al rememorar la última vez que me cogieron de la mano. En cada verso escrito mientras les miraba en silencio preguntándole al cielo cómo se puede tener tanta suerte.
Duelen los kilómetros pero me prestan los piés para seguir andando, y duele el olvido pero me prestan recuerdos para seguir soñando.
Han sido hombro cuando lloraba las penas que me causaban los errores cometidos, y han sido espalda donde apoyarme cuando la alegría no me dejaba  sostenerme en pie.
Han sido fe cuando me alejaba del agua sin atreverme a subir a la barca, acercándomela para que sólo tuviese que dar el paso decisivo.
Son diarios de secretos y hojas en blanco que han ido recogiendo cada una de mis historias.
Sé por fin lo que es familia. A veces se va alguno, o viene alguien nuevo. Pero la esencia nunca te abandona. 
Gracias por ser esos mágicos seres que me habéis mantenido con vida.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Mójate.

Me di con la punta de la espada en la frente cuando tuve que decidir entre la espada y la pared.
Lloré lágrimas de hielo que se clavaron en mis piés cuando más me costaba andar.
Creí mentiras que gritaban la verdad a los cuatro vientos, negándome a abrir los oídos y escuchar.
Caminé saltando baches... Y aquí estoy.
Dónde quiero estar.
Con quién quiero estar.
Cómo quiero estar.
Cuando no hay salida del laberinto, es necesario romper las murallas que lo forman. Rompí con todo. Con cada piedra que formaba el puente que hacía callar la lluvia al pasar por debajo.
Y me mojé. Por primera vez, me mojé, me empapé. Y no hay nada que venga mejor para abrir los ojos que mojarse.
Ahora cuento los cimientos de mi persona con los dedos de una mano, pero mi casa no se cae.
Una columna de cartón no puede aguantar un techo, necesitas cuatro de piedra. Así que tiré el cartón y moví la piedra.
Encontré mi sitio en objetos perdidos, llevaba mucho esperando por mí.
Encerré los sueños con horizontes vacíos y solté los deseos de llegar al final.
Y miré atrás una última vez, gritando: "Cuando estés dispuesto a mojarte, ya te unirás a la ruta".

domingo, 31 de enero de 2016

Voy a volver a quererme.

Mis palabras vuelven llenas de mí.
Me había olvidado de levantarme por la mañana y sonreírle al espejo, costumbre que no debe perderse. Cuando las cosas son complicadas, todo es preocuparse de lo exterior y... ¿qué es de ti?
No sé en que momento se me enredaron las venas. Eso, o mi corazón nació loco. Y cuando los nudos no dejan que fluya la sangre, no vives. Vives hacia fuera, sientes el dolor que te provocan, la vida que te imponen, el silencio que no escuchas. Pero no creas vida desde dentro.
Hoy, las cosas cambian. Las lágrimas crean ríos de vuelta a casa y desembocan en mis ojos, que brillan más que nunca al reflejar el sol en las gotas. Le vuelvo a dar la vuelta al espejo que me daba la espalda, para poder mirarme y ser feliz con lo que veo, con lo que he hecho de mí, con lo que me he negado a que hiciesen de mí. Miro a mi alrededor y aprecio a quién se ha quedado a pesar de cada dificultad, a los que me han sacado del pozo desde sus propios agujeros, quedándose ellos abajo para levantarme a mí.
Cansada de esperar a que sean los cobardes los que arriesguen, seré yo la valiente que deje atrás la cobardía. Que me valgo yo sola para llenar hasta cinco vacíos que me dejaron tantos que no se atrevieron a lidiar con mi desastre.
Lo que no te mata te hace más fuerte. Llegué a estar al borde del abismo y sentía más de un par de manos empujándome y deseando que mis piés resbalaran. Mi espalda reconocía esas manos y lo conocido duele más. Quién debería no dejarte dar un paso en falso, poniéndote baldosas de cartón para que tropieces. Pero resistí agarrada a los únicos apoyos que hoy puedo decir que nunca me fallaron. Me sobran dedos de las manos para contar a aquellos que me salvaron de caer.
Y como no morí a la alegría, hoy sigo aquí, fuerte y enseñando los dientes. Enseñándolos para querer o para morder, pero nunca escondiéndolos. Hoy, me basto yo. Y yo marco mi territorio: o te quedas dentro de mis fronteras, o te escondes tras ellas.
Cambió el cuento y cambió la melodía. "Voy a volver a quererte", cantó un poeta apartando la melena de la cara en una noche de verano en Ferrol. Qué ingenua fui siguiendo esa frase sin encontrar quién mereciese que se la dedicase.
Hoy, no voy a volver a quererte. Voy a volver a reír, voy a volver a vivir la vida que es demasiado corta, voy a volver a gritar lo que siento sin miedo a la respuesta, voy a volver a arriesgar para sentir un poco de adrenalina, voy a volver a mirar por mí por una vez.
Voy a volver a quererme.