Me hace gracia que hables de cuidarnos unos a otros, cuando tú no eres capaz ni de cuidarte a ti mismo y te has negado a cuidar a quién te quiere.
Te llenas la boca de palabras a las que no haces justicia.
Pensaba que eras un salvavidas en el naufragio y me equivoqué. Me agarré a ti y dije que sonreiríamos hasta el final. Imaginé un futuro en el que contigo o sin ti acabaríamos sabiéndonos complementarios, aún escapándonos como imanes que se repelen el uno del otro.
No.
Ahora se me escapa una carcajada al pensarlo. Tú y yo... qué idea más tonta.
Tú con tu ego y yo con mi entrega. Al final, todo se trata de ti.
Nunca es tú y yo. Es solo tú. Y yo... ¿yo dónde?
Porque no supiste cuidarme y me desvanecí. Pudiste quererme y preferiste quererte de más. Teníamos el camino allanado en frente de nosotros, no había posibilidad de tropezar... y construiste un muro que nos impidió avanzar..
Y yo ya no estoy, ni estaré. Querías estar tú y estás tú.
Disfrútate.
viernes, 15 de diciembre de 2017
jueves, 16 de noviembre de 2017
No te escapes.
No te escapes,
quédate.
Yo prometo no alejarme,
al menos no demasiado.
Sólo lo suficiente,
quizás,
para marcar el límite.
No te escapes,
cántame.
Quiero sentir tu voz vibrar
con el viento
y el sonido de la lluvia
apedreando la ventana.
Y que las notas caigan suave
como las gotas
y revivan la tierra
bajo nuestros pies.
Si te oyeran cantar las nubes
sería siempre verano.
No te escapes,
túmbate
con la cabeza en mi regazo
y hablemos.
Hablemos de lo que salió mal,
de lo que nos trajo hasta aquí.
Del mundo y sus miserias.
Qué dura es hoy la vida
y qué cara.
Nosotros que odiamos el dinero
y nos vemos envueltos
en sobres que nos lo piden.
Vayámonos.
Quédate, pero no aquí.
quédate sólo conmigo.
Dónde sea,
dónde seamos,
o dónde podamos ser.
Y pintemos pentagramas
con sonrisas
allá dónde quepan.
Y ganémonos la vida a base de alma,
compartamos a gritos el arte.
Busquemos nuestra paz,
la misma que empecé a recobrar
cuando apareciste.
Qué duro es hoy vivir
y que bonito pensar
que,
por vivir,
nos encontramos.
quédate.
Yo prometo no alejarme,
al menos no demasiado.
Sólo lo suficiente,
quizás,
para marcar el límite.
No te escapes,
cántame.
Quiero sentir tu voz vibrar
con el viento
y el sonido de la lluvia
apedreando la ventana.
Y que las notas caigan suave
como las gotas
y revivan la tierra
bajo nuestros pies.
Si te oyeran cantar las nubes
sería siempre verano.
No te escapes,
túmbate
con la cabeza en mi regazo
y hablemos.
Hablemos de lo que salió mal,
de lo que nos trajo hasta aquí.
Del mundo y sus miserias.
Qué dura es hoy la vida
y qué cara.
Nosotros que odiamos el dinero
y nos vemos envueltos
en sobres que nos lo piden.
Vayámonos.
Quédate, pero no aquí.
quédate sólo conmigo.
Dónde sea,
dónde seamos,
o dónde podamos ser.
Y pintemos pentagramas
con sonrisas
allá dónde quepan.
Y ganémonos la vida a base de alma,
compartamos a gritos el arte.
Busquemos nuestra paz,
la misma que empecé a recobrar
cuando apareciste.
Qué duro es hoy vivir
y que bonito pensar
que,
por vivir,
nos encontramos.
martes, 7 de noviembre de 2017
IX.
No todos los finales tuvieron un claro principio,
ni todos los principios tendrán un claro final.
La carretera no siempre marca el destino
y si seguimos las huellas de la arena,
no siempre nos llevan a dónde queremos llegar.
Fin y principio.
Pérdida y encuentro.
Es ahí, en la armonía
entre el todo y la nada,
el contigo y el sin mí,
dónde se encuentra el lugar
que pertenece enteramente a uno mismo.
O a muchos.
O a pocos.
Pero siempre pertenece,
siempre tiene dueño.
Porque en el momento en que alguien encuentra el centro,
pone su bandera y no se quiere ir.
Es el sentimiento de saber que es ahí dónde debes estar,
aún sabiendo que no tienes al obligación de estar en ningún lugar.
Dónde debes estar, con quién debes de estar y,
sobretodo,
a dónde debes volver,
año tras año,
vida tras vida,
a encontrar el punto fijo,
engrasar el mecanismo,
experimentar la simetría
y que vuelva, una vez más,
esa palabra a tu mente.
Hogar.
Porque a veces, no tienes que buscarlo.
Ni te viene dado.
A veces te encuentra él a ti.
En mi caso, sólo tuvo que hacerme reír.
ni todos los principios tendrán un claro final.
La carretera no siempre marca el destino
y si seguimos las huellas de la arena,
no siempre nos llevan a dónde queremos llegar.
Fin y principio.
Pérdida y encuentro.
Es ahí, en la armonía
entre el todo y la nada,
el contigo y el sin mí,
dónde se encuentra el lugar
que pertenece enteramente a uno mismo.
O a muchos.
O a pocos.
Pero siempre pertenece,
siempre tiene dueño.
Porque en el momento en que alguien encuentra el centro,
pone su bandera y no se quiere ir.
Es el sentimiento de saber que es ahí dónde debes estar,
aún sabiendo que no tienes al obligación de estar en ningún lugar.
Dónde debes estar, con quién debes de estar y,
sobretodo,
a dónde debes volver,
año tras año,
vida tras vida,
a encontrar el punto fijo,
engrasar el mecanismo,
experimentar la simetría
y que vuelva, una vez más,
esa palabra a tu mente.
Hogar.
Porque a veces, no tienes que buscarlo.
Ni te viene dado.
A veces te encuentra él a ti.
En mi caso, sólo tuvo que hacerme reír.
domingo, 5 de noviembre de 2017
Frío.
Tengo la sensación de estar reviviendo.
De que las hojas marchitas
están volando con el viento
y dejando espacio a nuevas flores.
He perdido muchas cosas
a lo largo del tiempo
y dejado muchas personas atrás,
sin pensar que una vez avanzas cuesta abajo,
es muy difícil volver a subir.
Pero, a veces,
se trata de dejar lo que pesa
en la cima de la montaña
para bajar ligeros.
No tolero una sola mentira más,
ni una mala palabra,
que enturbien mi calma.
Por eso, después de morir mil veces,
revivo una más por otro camino.
Me encanta sentir que todo se derrumba,
porque, en el horizonte,
se vislumbra la posibilidad de construír algo nuevo.
De la misma forma que amo el invierno
porque sé que llegará la primavera.
Igual que no puedo dejar de sonreír ante el frío
porque cuando siento la presión de alguien contra mí
haciendo que mi sangre hierva
y note el calor fluyendo por mis venas,
compruebo, de nuevo,
que por muy mal que vaya el mundo
siempre nos pueden curar los abrazos.
De que las hojas marchitas
están volando con el viento
y dejando espacio a nuevas flores.
He perdido muchas cosas
a lo largo del tiempo
y dejado muchas personas atrás,
sin pensar que una vez avanzas cuesta abajo,
es muy difícil volver a subir.
Pero, a veces,
se trata de dejar lo que pesa
en la cima de la montaña
para bajar ligeros.
No tolero una sola mentira más,
ni una mala palabra,
que enturbien mi calma.
Por eso, después de morir mil veces,
revivo una más por otro camino.
Me encanta sentir que todo se derrumba,
porque, en el horizonte,
se vislumbra la posibilidad de construír algo nuevo.
De la misma forma que amo el invierno
porque sé que llegará la primavera.
Igual que no puedo dejar de sonreír ante el frío
porque cuando siento la presión de alguien contra mí
haciendo que mi sangre hierva
y note el calor fluyendo por mis venas,
compruebo, de nuevo,
que por muy mal que vaya el mundo
siempre nos pueden curar los abrazos.
miércoles, 13 de septiembre de 2017
Al seco.
Y quise tanto que me cansé de querer.
Tanto,
tanto,
tan fuerte.
Me dolía el pecho de los latidos.
Y quise libre,
quise valiente,
como aquellos que gritaron libertad,
como los que lucharon con valentía por ella.
Quise en grande,
viendo la imagen completa,
obviando los detalles.
Quise desde el hoy,
hasta el mañana,
contando con el ayer.
Quise indefensa,
con barreras agrietadas,
sin un plan de ataque,
más que lanzarme al cuello
al oír el primer beso.
Y quise por lo alto,
desde el cielo,
hasta chocar de lleno
con el suelo.
Quise desde abajo,
una vez me vi con la cara contra el cemento.
Y fue el mismo querer,
que me ayudó a ponerme en pie
sin secuelas.
Me cansé de querer,
y ahora que quieres tú
sin saber lo que quieres,
te deseo que lo que yo quise
te enseñe a querer bien,
aunque hoy yo ya no quiera...
ni quiera querer.
Tanto,
tanto,
tan fuerte.
Me dolía el pecho de los latidos.
Y quise libre,
quise valiente,
como aquellos que gritaron libertad,
como los que lucharon con valentía por ella.
Quise en grande,
viendo la imagen completa,
obviando los detalles.
Quise desde el hoy,
hasta el mañana,
contando con el ayer.
Quise indefensa,
con barreras agrietadas,
sin un plan de ataque,
más que lanzarme al cuello
al oír el primer beso.
Y quise por lo alto,
desde el cielo,
hasta chocar de lleno
con el suelo.
Quise desde abajo,
una vez me vi con la cara contra el cemento.
Y fue el mismo querer,
que me ayudó a ponerme en pie
sin secuelas.
Me cansé de querer,
y ahora que quieres tú
sin saber lo que quieres,
te deseo que lo que yo quise
te enseñe a querer bien,
aunque hoy yo ya no quiera...
ni quiera querer.
martes, 15 de agosto de 2017
Tenía que haberlo visto vivir.
Estoy segura de que han existido y existirán en tu vida muchos tipos de amor. No hablo de amor de amigos o de amor de familia. El otro tipo de amor, el de tú y él, o tú y ella, con todas sus variantes. Yo, personalmente, no he vivido todos... Pero lo veo vivir.
Está el primer amor. Ese que dicen que nunca se olvida. Y, en mi opinión, es cierta esa suposición. El primer amor es el que te hizo sentir verdaderamente mariposas en lo más profundo del estómago. El que te dio el primer beso y te hizo sentir que volabas. Todas esas cosas que se describen en las más idílicas historias. Ese primer amor que te enseñó lo que era la ilusión y la perfección... pero nunca las dificultades. Por eso, el primer amor, no suele ser el último, porque no aguanta dificultades, sólo aguanta proyecciones e idealizaciones que terminan por sacar su cara oscura y hacer morir lo que un día vivió. Sin embargo, siempre queda esa dulzura de saber que fue esa persona quién te hizo dio alas por primera vez.
Debo nombrar también al que yo llamo el amor "ideal". Creció contigo, sabe tus peores y más vergonzosos secretos. Tus amistades le conocen, tu familia también. Siempre sale esa frase de "¿Y cuándo vais a admitir que estáis juntos?". Quizás lo intentaste, quizás no. Pero seguro que dudaste. Es la persona ideal, que parece hecha para ti. La que tu madre quiere invitar a comer, tu abuela quiere como uno más de sus nietos y con la que tus amigos creen que tienes una relación secreta desde hace al menos 5 años. Pero por alguna razón, es demasiado fácil. Y falta un poco de chispa. Y si empieza, acabará terminando, todos lo sabemos.
Seguimos con el amor "tramposo". Le encanta jugar y siempre jugó contigo, pero con sus reglas. Llegaste a tener una obsesión, porque nunca fue cariño ni amistad, ni mucho menos amor. No contesta a los mensajes. Hoy no puede. Mañana cancelas tus planes porque le viene bien. El amor "tramposo" es egoísta. Todos han oído hablar de esa persona a tu alrededor. Tus amigos le odian. Te cansas de llorar y llorar por algo que ni siquiera quieres en tu vida. Hasta que llega alguien que te abre los ojos y te das cuenta de que sólo está soportando el peso una persona... y esa persona eres tú.
También tenemos que hablar del famoso "amor platónico". Llevas 10 años suspirando cada vez que pasa por delante de ti. Da igual el tiempo que pase, le ves otra vez y te da un vuelco al corazón. Le miras, te mira, pero ninguno se atreve a dar un paso. Miras sus fotos y te imaginas cómo sería si algún día os atrevieseis a ser más... Pero nunca pasa. Pasan años, vas de la mano con otra persona, te cruzas a tu amor platónico, os miráis, quizás os saludéis, habléis y sientas ese cosquilleo de tus mejillas al ruborizarse. Sabes que siempre será un sueño lejano, pero también sabes que siempre te provocará esa sensación. Sonríes. Al final lo platónico provoca ternura.
Y, al final, llegamos al amor que te destroza todos los anteriores. A mí me gusta llamarle el amor del "tira y afloja". Sois como dos imanes atados a los extremos de una cuerda, que luchan por seguir sus caminos por separado. Se estiran y tiran de la cuerda, quieren romperse, pero uno afloja, porque necesitan estar cerca. Así es el "tira y afloja", un amor fuerte, intenso, momentáneo. Dejarías todo por estar con esa persona. Sientes tanto que no piensas en consecuencias. Como dice Elvira Sastre, de repente sabes que todas las personas anteriores eran simulacros... el incendio es esta. Y no sólo eres tú, la otra persona siente lo mismo, también tira, también afloja, tampoco sabe que hacer, pero no suelta. Y te enseña que la vida es más que existir, que vales la pena, te da libertad. Y ocurre, las despedidas no dan miedo, porque quién de verdad quiere irse no se para a decir adiós si no quiere que se le retenga. Sabes que puede haber alguien mejor ahí fuera, pero no igual. Y no quieres alguien mejor, quieres a esa persona, con lo que amas y lo que odias. Tienes energía, la tuya y la que te regala esa persona. Eres consciente de que puede irse, porque siempre ha funcionado por libre, como tú, pero tienes claro que no se va a ir. Tenéis miedo. Un día la otra persona es tu mundo y al siguiente actúas como si no te importase. Un día le escribes versos y al siguiente ni los buenos días. Necesitáis contrarrestar los sentimientos, necesitáis marcar distancias. No podéis dejar que los imanes colisionen porque significa estabilizarse con la otra persona por siempre. Sabes que es el imán que te corresponde, pero tienes miedo de que te haga daño el choque. Así que sólo tiras y aflojas según la situación.
Pero un día se rompe. De tanto tirar la cuerda se rompe. O se suelta... Aburridos de aflojar cuando no podíais más, soltáis.
Ahí es cuando aparece el amor "definitivo". Aparecerá como un soplo de tranquilidad entre tanto caos. Todo encaja, va despacio, tiene ritmo. Cada pasito tiene sentido en el camino. Y se empieza a construír una carretera entre las piedras. Con cada gesto, cada mirada, cada palabra. Es vuestra carretera. Y empezáis a crecer juntos, consigues trabajo, consigue trabajo, os vais a vivir juntos, comenzáis a ser vuestra pequeña familia, envejecéis poco a poco en una estabilidad... feliz, por qué no.
Pero, aunque el amor "definitivo" no lo sepa, tú sí lo sabes. La cuerda que un día encontró tirada en el suelo a tu lado, recogió y ató para uniros... Puede ser un trozo sano y salvo, o una cuerda entera. Puede ser más resistente o menos, pero parece que los nudos no se deshacen. Sirve para lo que se está usando: os une. Pero no es su cuerda. Es de quién, un día, sabiendo que le pertenecía, la soltó.
Está el primer amor. Ese que dicen que nunca se olvida. Y, en mi opinión, es cierta esa suposición. El primer amor es el que te hizo sentir verdaderamente mariposas en lo más profundo del estómago. El que te dio el primer beso y te hizo sentir que volabas. Todas esas cosas que se describen en las más idílicas historias. Ese primer amor que te enseñó lo que era la ilusión y la perfección... pero nunca las dificultades. Por eso, el primer amor, no suele ser el último, porque no aguanta dificultades, sólo aguanta proyecciones e idealizaciones que terminan por sacar su cara oscura y hacer morir lo que un día vivió. Sin embargo, siempre queda esa dulzura de saber que fue esa persona quién te hizo dio alas por primera vez.
Debo nombrar también al que yo llamo el amor "ideal". Creció contigo, sabe tus peores y más vergonzosos secretos. Tus amistades le conocen, tu familia también. Siempre sale esa frase de "¿Y cuándo vais a admitir que estáis juntos?". Quizás lo intentaste, quizás no. Pero seguro que dudaste. Es la persona ideal, que parece hecha para ti. La que tu madre quiere invitar a comer, tu abuela quiere como uno más de sus nietos y con la que tus amigos creen que tienes una relación secreta desde hace al menos 5 años. Pero por alguna razón, es demasiado fácil. Y falta un poco de chispa. Y si empieza, acabará terminando, todos lo sabemos.
Seguimos con el amor "tramposo". Le encanta jugar y siempre jugó contigo, pero con sus reglas. Llegaste a tener una obsesión, porque nunca fue cariño ni amistad, ni mucho menos amor. No contesta a los mensajes. Hoy no puede. Mañana cancelas tus planes porque le viene bien. El amor "tramposo" es egoísta. Todos han oído hablar de esa persona a tu alrededor. Tus amigos le odian. Te cansas de llorar y llorar por algo que ni siquiera quieres en tu vida. Hasta que llega alguien que te abre los ojos y te das cuenta de que sólo está soportando el peso una persona... y esa persona eres tú.
También tenemos que hablar del famoso "amor platónico". Llevas 10 años suspirando cada vez que pasa por delante de ti. Da igual el tiempo que pase, le ves otra vez y te da un vuelco al corazón. Le miras, te mira, pero ninguno se atreve a dar un paso. Miras sus fotos y te imaginas cómo sería si algún día os atrevieseis a ser más... Pero nunca pasa. Pasan años, vas de la mano con otra persona, te cruzas a tu amor platónico, os miráis, quizás os saludéis, habléis y sientas ese cosquilleo de tus mejillas al ruborizarse. Sabes que siempre será un sueño lejano, pero también sabes que siempre te provocará esa sensación. Sonríes. Al final lo platónico provoca ternura.
Y, al final, llegamos al amor que te destroza todos los anteriores. A mí me gusta llamarle el amor del "tira y afloja". Sois como dos imanes atados a los extremos de una cuerda, que luchan por seguir sus caminos por separado. Se estiran y tiran de la cuerda, quieren romperse, pero uno afloja, porque necesitan estar cerca. Así es el "tira y afloja", un amor fuerte, intenso, momentáneo. Dejarías todo por estar con esa persona. Sientes tanto que no piensas en consecuencias. Como dice Elvira Sastre, de repente sabes que todas las personas anteriores eran simulacros... el incendio es esta. Y no sólo eres tú, la otra persona siente lo mismo, también tira, también afloja, tampoco sabe que hacer, pero no suelta. Y te enseña que la vida es más que existir, que vales la pena, te da libertad. Y ocurre, las despedidas no dan miedo, porque quién de verdad quiere irse no se para a decir adiós si no quiere que se le retenga. Sabes que puede haber alguien mejor ahí fuera, pero no igual. Y no quieres alguien mejor, quieres a esa persona, con lo que amas y lo que odias. Tienes energía, la tuya y la que te regala esa persona. Eres consciente de que puede irse, porque siempre ha funcionado por libre, como tú, pero tienes claro que no se va a ir. Tenéis miedo. Un día la otra persona es tu mundo y al siguiente actúas como si no te importase. Un día le escribes versos y al siguiente ni los buenos días. Necesitáis contrarrestar los sentimientos, necesitáis marcar distancias. No podéis dejar que los imanes colisionen porque significa estabilizarse con la otra persona por siempre. Sabes que es el imán que te corresponde, pero tienes miedo de que te haga daño el choque. Así que sólo tiras y aflojas según la situación.
Pero un día se rompe. De tanto tirar la cuerda se rompe. O se suelta... Aburridos de aflojar cuando no podíais más, soltáis.
Ahí es cuando aparece el amor "definitivo". Aparecerá como un soplo de tranquilidad entre tanto caos. Todo encaja, va despacio, tiene ritmo. Cada pasito tiene sentido en el camino. Y se empieza a construír una carretera entre las piedras. Con cada gesto, cada mirada, cada palabra. Es vuestra carretera. Y empezáis a crecer juntos, consigues trabajo, consigue trabajo, os vais a vivir juntos, comenzáis a ser vuestra pequeña familia, envejecéis poco a poco en una estabilidad... feliz, por qué no.
Pero, aunque el amor "definitivo" no lo sepa, tú sí lo sabes. La cuerda que un día encontró tirada en el suelo a tu lado, recogió y ató para uniros... Puede ser un trozo sano y salvo, o una cuerda entera. Puede ser más resistente o menos, pero parece que los nudos no se deshacen. Sirve para lo que se está usando: os une. Pero no es su cuerda. Es de quién, un día, sabiendo que le pertenecía, la soltó.
martes, 25 de julio de 2017
Para seguir andando.
Tantas historias a la espalda
que me duele una canción
por cada nombre.
Que me revientan las venas
con cada verso
que me dedicaron
o quisieron dedicarme
pero no hubo más tiempo.
Tantos días sin llamarles
que aprendí a vivir del aire
para dejar de vivir del alma.
Que se oxidaron los números
de aquel teléfono viejo
que no quise utilizar
por miedo a notar
que el tiempo también pasó por mí.
Tantas noches sin dormir
que se me caen los párpados
para dejarme más ciega.
Que no tengo cura
ni con somníferos
a este despertar agonizante
que me enseña una realidad
que no quiero ver.
Tantos recuerdos destrozados
que son difíciles de creer
si no los has vivido.
Que necesitan ser llorados,
y reídos,
y extrañados
una vez más
si quiero seguir andando.
sábado, 17 de junio de 2017
Gravedad.
El tiempo pasa.
Es algo de lo que todos
y todas
somos conscientes.
Que el tiempo pase
sólo implica una cosa;
cambios.
Cambios en la vida
en general.
Cambios en el corazón
y en la cabeza,
en los sentimientos,
en las reacciones,
en las ideas,
en lo que creemos,
en lo que odiamos,
en lo que queremos
y, sobre todo,
en lo que soñamos.
Siempre diré
que lo que diferencia al ser humano
del resto del universo,
es la capacidad de soñar.
Y eso nos hace libres,
al menos por dentro.
Ahora estás aquí
y, en un milisegundo,
estás en otra parte
a bordo de un sueño.
Por eso es curioso
cuando los sueños cambian.
Soñar es como encender tu motor,
y cuando cambias de combustible...
De repente es raro.
Todo es extraño,
como que lo que antes encajaba
ya no encaja.
Todo estaba ordenado en tu vida
y de un momento para otro
hay un completo desastre.
Pero, repito,
son consecuencias
del paso del tiempo.
Lo bueno que tienen los sueños
es que algunos están ocultos.
Esos nunca cambian;
no puedes cambiarlos
si no sabes que los tienes.
Y, cuando los descubres,
son tan fuertes
y están tan acostumbrados a resistir,
que es imposible deshacerte de ellos.
El tiempo ha dejado muchas secuelas en mí,
cambió muchos sueños,
me hizo tomar el timón y cambiar el rumbo,
que llevaba completamente equivocado.
Pero, al final, descubrí un sueño oculto,
que sé que no va a cambiar.
Hoy tengo claro,
clarísimo,
que tengo sueños demasiado grandes,
a veces hasta me asustan.
También tengo claro
que los voy a cumplir.
Lo tengo muy claro.
Tengo claro que mis sueños
incluyen distancia,
tiempo,
esfuerzo,
irme
y llegar.
Tengo claro que mis sueños
incluyen, muchas veces,
soledad.
Al menos física.
No sé cuáles son vuestros sueños,
pero mis sueños incluyen
que los cumpláis.
Tengo clarísimo
que daría muchos de mis sueños
para que cumplieseis los vuestros,
y veros, a pesar de todo,
sonreír,
pero esa sonrisa sincera
que merecéis,
no esas sonrisas de mierda
que os saca cualquier imbécil
que no os merece.
Claramente mis sueños incluyen
veros en veinte años
sin remordimientos,
sabiendo que habéis vivido
y no sólo existido,
que habéis amado
y no sólo deseado,
que os habéis apasionado
y no sólo encaprichado,
que habéis sentido
y no sólo pensado.
Mis sueños, obviamente,
incluyen saber que sois felices.
Porque mi sueño oculto,
el que cambió la mitad de los demás,
es que pase el tiempo que pase,
cambien los sueños que cambien,
el mundo siga girando a nuestro favor,
que el centro de la tierra tire de mis pies.
Que una fuerza me arrastre
hasta traerme al lugar
que no es ninguna parte
pero es dónde quiero estar...
con vosotras, como siempre.
Que empiece a actuar la gravedad.
Es algo de lo que todos
y todas
somos conscientes.
Que el tiempo pase
sólo implica una cosa;
cambios.
Cambios en la vida
en general.
Cambios en el corazón
y en la cabeza,
en los sentimientos,
en las reacciones,
en las ideas,
en lo que creemos,
en lo que odiamos,
en lo que queremos
y, sobre todo,
en lo que soñamos.
Siempre diré
que lo que diferencia al ser humano
del resto del universo,
es la capacidad de soñar.
Y eso nos hace libres,
al menos por dentro.
Ahora estás aquí
y, en un milisegundo,
estás en otra parte
a bordo de un sueño.
Por eso es curioso
cuando los sueños cambian.
Soñar es como encender tu motor,
y cuando cambias de combustible...
De repente es raro.
Todo es extraño,
como que lo que antes encajaba
ya no encaja.
Todo estaba ordenado en tu vida
y de un momento para otro
hay un completo desastre.
Pero, repito,
son consecuencias
del paso del tiempo.
Lo bueno que tienen los sueños
es que algunos están ocultos.
Esos nunca cambian;
no puedes cambiarlos
si no sabes que los tienes.
Y, cuando los descubres,
son tan fuertes
y están tan acostumbrados a resistir,
que es imposible deshacerte de ellos.
El tiempo ha dejado muchas secuelas en mí,
cambió muchos sueños,
me hizo tomar el timón y cambiar el rumbo,
que llevaba completamente equivocado.
Pero, al final, descubrí un sueño oculto,
que sé que no va a cambiar.
Hoy tengo claro,
clarísimo,
que tengo sueños demasiado grandes,
a veces hasta me asustan.
También tengo claro
que los voy a cumplir.
Lo tengo muy claro.
Tengo claro que mis sueños
incluyen distancia,
tiempo,
esfuerzo,
irme
y llegar.
Tengo claro que mis sueños
incluyen, muchas veces,
soledad.
Al menos física.
No sé cuáles son vuestros sueños,
pero mis sueños incluyen
que los cumpláis.
Tengo clarísimo
que daría muchos de mis sueños
para que cumplieseis los vuestros,
y veros, a pesar de todo,
sonreír,
pero esa sonrisa sincera
que merecéis,
no esas sonrisas de mierda
que os saca cualquier imbécil
que no os merece.
Claramente mis sueños incluyen
veros en veinte años
sin remordimientos,
sabiendo que habéis vivido
y no sólo existido,
que habéis amado
y no sólo deseado,
que os habéis apasionado
y no sólo encaprichado,
que habéis sentido
y no sólo pensado.
Mis sueños, obviamente,
incluyen saber que sois felices.
Porque mi sueño oculto,
el que cambió la mitad de los demás,
es que pase el tiempo que pase,
cambien los sueños que cambien,
el mundo siga girando a nuestro favor,
que el centro de la tierra tire de mis pies.
Que una fuerza me arrastre
hasta traerme al lugar
que no es ninguna parte
pero es dónde quiero estar...
con vosotras, como siempre.
Que empiece a actuar la gravedad.
martes, 6 de junio de 2017
Llegar.
Para Ari, porque yo también sé lo que es llegar.
Sé que es duro y será complicado,
que las despedidas duelen
y la impotencia de estar lejos de los tuyos
sin ser capaz de cambiarlo
es de los peores sentimientos.
Sé que te sentirás extraña,
soñarás despierta,
llorarás en silencio justo antes de dormir
y no querrás ayuda ni consejos de nadie.
Sé que sabrás lo que es soledad,
lo que es rechazo
y lo duro que es sentir que no alcanzas nunca el punto
de ser una más.
Sé que tienes ganas,
pero tratarán de derrumbarte;
que sueñas alto,
pero te harán volar bajo;
que no entenderás,
que te decepcionarán,
que querrás tirar todo por la borda,
que sentirás que no ha valido la pena.
Pero, en ir y venir soy experta,
y créeme: siempre la vale.
Sé que la vida es hermosa,
pero también puede ser muy perra,
que no todo sale siempre según lo planeado,
que no siempre
depende
de ti.
Sé que te caerás,
que tropezarás,
pero nunca,
(y lee bien)
nunca,
perderás.
Porque las personas como tú,
las de alma fuerte,
unas veces ganan
y otras aprenden.
Y también sé que cuando esto pase,
en los días en los que te toque aprender
a poner luz en un mundo negro,
yo seré tu apoyo,
tu abrigo,
tu hogar.
Sé lo dificil que es marcharse
y lo imposible que es llegar.
Por eso quiero que sepas
que allá dónde esté yo
tendrás con quién contar.
Que allá dónde estés tú,
te iré a buscar,
y estaré ahí.
Sin nada que pedir,
a veces sin nada que dar,
pero ahí.
Que no seré capaz de matar a todos los gigantes
que intenten pisarte,
pero,
desde luego,
te ayudaré a hacer fuerza para evitar el pisotón,
hasta que se rindan.
Porque lo haría con cualquiera,
pero esta vez es diferente.
pero esta vez es diferente.
Por primera vez,
siento que la sangre tira...
y quiero ser familia.
y quiero ser familia.
sábado, 27 de mayo de 2017
Último baile.
Pasaste desapercibido
entre las sombras de la primera noche,
entre vinos y cervezas.
No quise cruzar miradas
sin que antes te enredaras en mi pelo,
pues es difícil quedarte hipnotizada ante unos ojos
que después no te miren por siempre
porque son libres de escapar y,
de hecho,
sabes que lo harán.
Antes de que pudiera fallarme el plan
que aún no había puesto en práctica,
preferí entrar en terreno seguro.
Conseguí que me buscaras
entre miles de faldas
hasta darte cuenta de que yo no llevo una
y de que a mí no se me encuentra mirando desde abajo
sino buscando escuchar mi risa
entre los ensordecedores sonidos
de cualquier noche en una degenerada ciudad universitaria.
Preferí asegurarme
de que te ardía el pecho
con sólo ver a alguien con una mano en mi cadera,
con ver que el último de mis bailes
antes de que amaneciese
no te pertenecía a ti.
Y ver que,
por una vez,
no eras tú el jugador:
eras el naipe.
Tantos como tú que ganaron
dejando algo roto
que aún siento a veces.
Como un vacío que me arrastra hacia otro.
Como una sensación
de que me voy a caer
cada vez que intente subir
aunque sea un peldaño.
Y tú llegaste anunciando mi tropiezo,
no podía ser tan sorda.
Esta vez me tocaba ganar a mí.
El miedo es que derrumbándote a ti
me estoy derrumbando a mí,
a las mismas ganas,
a los mismos gestos,
al mismo deseo de ganar por una vez
que tú conseguiste llevar a cabo
y yo nunca me atreví.
Somos demasiado idénticos
como para permitirme hacerte daño
sin que me duela a mí la herida.
Un pasado que parece traspasado
desde un lienzo
hasta el otro.
La misma falta de amor
que a mí me llevó a darlo
y a ti a robárselo
a quién se te puso por delante.
Teníamos que encontrar a alguien
que nos hiciese reflejarnos cuál espejo
para cambiar los papeles.
Me diste ganas de ganar
y yo a ti de rendirte,
de una vez por todas.
Pero, no podemos engañarnos,
si algo tenemos en común
es que nos rompieron tanto por dentro
que nos encanta el desastre.
Lo estamos buscando y,
aunque no quiero anticipar acontecimientos,
mejor estar todos atentos
porque llega un cataclismo.
entre las sombras de la primera noche,
entre vinos y cervezas.
No quise cruzar miradas
sin que antes te enredaras en mi pelo,
pues es difícil quedarte hipnotizada ante unos ojos
que después no te miren por siempre
porque son libres de escapar y,
de hecho,
sabes que lo harán.
Antes de que pudiera fallarme el plan
que aún no había puesto en práctica,
preferí entrar en terreno seguro.
Conseguí que me buscaras
entre miles de faldas
hasta darte cuenta de que yo no llevo una
y de que a mí no se me encuentra mirando desde abajo
sino buscando escuchar mi risa
entre los ensordecedores sonidos
de cualquier noche en una degenerada ciudad universitaria.
Preferí asegurarme
de que te ardía el pecho
con sólo ver a alguien con una mano en mi cadera,
con ver que el último de mis bailes
antes de que amaneciese
no te pertenecía a ti.
Y ver que,
por una vez,
no eras tú el jugador:
eras el naipe.
Tantos como tú que ganaron
dejando algo roto
que aún siento a veces.
Como un vacío que me arrastra hacia otro.
Como una sensación
de que me voy a caer
cada vez que intente subir
aunque sea un peldaño.
Y tú llegaste anunciando mi tropiezo,
no podía ser tan sorda.
Esta vez me tocaba ganar a mí.
El miedo es que derrumbándote a ti
me estoy derrumbando a mí,
a las mismas ganas,
a los mismos gestos,
al mismo deseo de ganar por una vez
que tú conseguiste llevar a cabo
y yo nunca me atreví.
Somos demasiado idénticos
como para permitirme hacerte daño
sin que me duela a mí la herida.
Un pasado que parece traspasado
desde un lienzo
hasta el otro.
La misma falta de amor
que a mí me llevó a darlo
y a ti a robárselo
a quién se te puso por delante.
Teníamos que encontrar a alguien
que nos hiciese reflejarnos cuál espejo
para cambiar los papeles.
Me diste ganas de ganar
y yo a ti de rendirte,
de una vez por todas.
Pero, no podemos engañarnos,
si algo tenemos en común
es que nos rompieron tanto por dentro
que nos encanta el desastre.
Lo estamos buscando y,
aunque no quiero anticipar acontecimientos,
mejor estar todos atentos
porque llega un cataclismo.
martes, 16 de mayo de 2017
Gracias... por lo que has hecho conmigo.
En lo malo,
en lo bueno,
en lo difícil,
en lo certero.
En lo imposible
que haces posible,
cuando aterrizo
y cuando vuelo.
En lo predecible,
lo tangible,
lo invisible
y lo nuevo.
En tus palabras,
en lo que entrego,
cuando mi ser
es tu reflejo.
En la locura,
la cordura,
lo complicado
y lo pequeño.
Lo sorprendente,
lo impresionante,
lo que no acepto
y lo que sueño.
En tus planes,
cuando me niego,
cuando me alejo
y cuando me acerco.
En lo oscuro,
en lo incierto,
los días tristes
y los que celebro.
En la amistad,
en el amor,
en las calles
y en los encuentros.
Lo que digo,
lo que canto,
en lo que escribo
y lo que no cuento.
En los errores,
los fracasos,
mis éxitos
y mis miedos.
Cuando no siento,
cuando no escucho,
cuando me evado
y cuando no puedo.
Mis adicciones,
lo que me llena,
setenta perdones,
siete comienzos.
En lo que vendrá,
lo que se ha ido,
lo que sucede
y lo que me invento.
En cada risa,
en cada llanto,
en lo que quieres
y en lo que quiero,
En cada gracias
que te he gritado
por llamarme
si no te encuentro.
En las horas que pasan
los días que acaban
los que elijo perderme
y no permanezco.
En los que te miro
y sigues ahí
pues no te has ido
en ningún momento.
En todo esto
es que te siento,
hoy vivo por dentro
y te lo agradezco.
en lo bueno,
en lo difícil,
en lo certero.
En lo imposible
que haces posible,
cuando aterrizo
y cuando vuelo.
En lo predecible,
lo tangible,
lo invisible
y lo nuevo.
En tus palabras,
en lo que entrego,
cuando mi ser
es tu reflejo.
En la locura,
la cordura,
lo complicado
y lo pequeño.
Lo sorprendente,
lo impresionante,
lo que no acepto
y lo que sueño.
En tus planes,
cuando me niego,
cuando me alejo
y cuando me acerco.
En lo oscuro,
en lo incierto,
los días tristes
y los que celebro.
En la amistad,
en el amor,
en las calles
y en los encuentros.
Lo que digo,
lo que canto,
en lo que escribo
y lo que no cuento.
En los errores,
los fracasos,
mis éxitos
y mis miedos.
Cuando no siento,
cuando no escucho,
cuando me evado
y cuando no puedo.
Mis adicciones,
lo que me llena,
setenta perdones,
siete comienzos.
En lo que vendrá,
lo que se ha ido,
lo que sucede
y lo que me invento.
En cada risa,
en cada llanto,
en lo que quieres
y en lo que quiero,
En cada gracias
que te he gritado
por llamarme
si no te encuentro.
En las horas que pasan
los días que acaban
los que elijo perderme
y no permanezco.
En los que te miro
y sigues ahí
pues no te has ido
en ningún momento.
En todo esto
es que te siento,
hoy vivo por dentro
y te lo agradezco.
sábado, 29 de abril de 2017
¿Por dónde empiezo?
Sé qué quiero decir
pero no cómo
sin dañar esos mismos corazones
que han dañado el mío primero,
porque no quiero ser como ellos.
Disfracé mis miedos
con un par de bromas
y muchas carcajadas
que sólo aquellos que conocen mi interior
saben que estaban vacías.
Todo el mundo cree que me conoce
porque conocen mi primera capa
a la perfección.
La mejor estrategia,
utilizando la razón,
para evitar que intenten buscar otras puertas
hacia mi centro
que me cuesta no abrir
cuando tocan el timbre.
Por eso las mantengo bien escondidas
esperando que nadie llegue.
Cubrí con falsa alegría
la tristeza de sentir
que nunca volvería a sentirme plena.
Hasta que llegan ciertas noches
en las que todo explota,
y la lluvia limpia ese maquillaje
dejando ver que en verdad
mis ojos están inundándose
mientras mi sonrisa
pretende salir a flote.
Y cómo quieren que confíe
en que todo va a ir bien,
si quién me dijo esa frase cien veces
desapareció en cuánto se dio cuenta
que conmigo no siempre es así,
en vez de seguir luchando para cambiarlo.
Si sólo había una persona
que sabía dónde encontrarme
cuando el mundo se me caía encima
y un día dejó que me aplastara,
me dejó peleando sola
en un lugar dónde nadie más me iba a buscar
si moría en la batalla.
Si llamé familia
a una que no era de sangre
y acabaron llenándose de ella
tras clavarme varias puñaladas en la espalda
fingiendo que me la estaban cuidando.
Si tantos otros me han prometido
lo que sabían desde un principio
que no eran capaces de cumplir.
Lo siento si hoy no creo,
lo siento si hoy no confío,
lo siento si prefiero pelear sola,
y lo siento si mi corazón
está sellado
a cal y canto.
Llega un momento
en el que ya no puedes permitir
que alguien más te vuelva a fallar.
Llega un momento
en el que encuentras lo que quieres
y huyes por miedo a perderlo
otra vez.
Llega un momento
en el que sólo quedas tú
tus letras
y un pasado
que se pasa el día
cerrándole puertas al futuro.
viernes, 21 de abril de 2017
Colores del cielo.
Escuché a Xoel cantándole a mi memoria, mientras observaba las calles que tanto me había imaginando y ahora superaban expectativas a saltos.
Dancé en mi interior entre mis cruces y mis apoyos, levanté la voz para cantarle a las flores que adornaban cada uno de mis pasos.
Descubrí nuevos corazones ardientes en cada esquina, la amabilidad de la gente, la amplitud del alma de los habitantes de aquel lugar. La tierra nueva que me daba la bienvenida, mientras veía a los viejos amigos llenar mi vida una vez más.
Me desperté viviendo un sueño de repente hecho realidad, ojos que reflejaban el color del mate, nervios, decepciones, risas, cosquilleos y sorpresas que recorren la ciudad.
Amigos del azar y casados con la aventura, mil viajeros se habían aventurado antes a descubrir su encanto y, ahora, entiendo por qué todos quedaban enamorados de este.
Nosotros también quisimos hacer de aquel hogar el nuestro, proclamándonos dueños de su alegría. Forasteros, rompiendo esquemas entre los parques y acabando tirando al agua nuestras penas en aquel puerto sin fin.
Y el obelisco presenciaba, desde las nubes, tristes despedidas que no dejaban buen sabor, escapadas impulsivas que le daban final a historias pasadas.
Temí quedarme enamorada de ese color tan especial que transmitía su cielo, mezclando un azul vivo y un blanco sedante sacados de una bandera.
Finalmente, me enamoré, pero de la simple idea de seguir viajando el mundo para poder contarle a cada piedra del camino cosas como esa. Cosas como lo bello que es Buenos Aires.
Dancé en mi interior entre mis cruces y mis apoyos, levanté la voz para cantarle a las flores que adornaban cada uno de mis pasos.
Descubrí nuevos corazones ardientes en cada esquina, la amabilidad de la gente, la amplitud del alma de los habitantes de aquel lugar. La tierra nueva que me daba la bienvenida, mientras veía a los viejos amigos llenar mi vida una vez más.
Me desperté viviendo un sueño de repente hecho realidad, ojos que reflejaban el color del mate, nervios, decepciones, risas, cosquilleos y sorpresas que recorren la ciudad.
Amigos del azar y casados con la aventura, mil viajeros se habían aventurado antes a descubrir su encanto y, ahora, entiendo por qué todos quedaban enamorados de este.
Nosotros también quisimos hacer de aquel hogar el nuestro, proclamándonos dueños de su alegría. Forasteros, rompiendo esquemas entre los parques y acabando tirando al agua nuestras penas en aquel puerto sin fin.
Y el obelisco presenciaba, desde las nubes, tristes despedidas que no dejaban buen sabor, escapadas impulsivas que le daban final a historias pasadas.
Temí quedarme enamorada de ese color tan especial que transmitía su cielo, mezclando un azul vivo y un blanco sedante sacados de una bandera.
Finalmente, me enamoré, pero de la simple idea de seguir viajando el mundo para poder contarle a cada piedra del camino cosas como esa. Cosas como lo bello que es Buenos Aires.
martes, 11 de abril de 2017
Días.
Hay días en los que la calma
llega entre la tempestad
creando una falsa esperanza
de que esta está cesando
aunque al final
siempre vuelva.
Hay días más grises que negros
y menos blancos que grises
que dejan entrever que, a veces,
no todo es blanco o negro.
Aunque, a decir verdad,
el gris tampoco es lo suficientemente positivo
como para conformarnos
con que sea el punto intermedio.
Hay días llenos de alcohol
que cura heridas de bala
dejadas por la incertidumbre
de no saber si estás dónde debes,
si hacer lo que se espera
y si sientes lo que mereces.
Días que llevan a otra incertidumbre,
después de tres o cuatro copas,
de no saber si debes estar
o si todavía esperan que hagas,
y si mereces que sientan
el mínimo cosquilleo por ti.
Hay días que te recuerdo
y otros que sólo eres
un corte mal curado,
una espada manchada de olvidos,
otra razón para no recordarte.
Hay días que no conocen los sueños
y otros que los hacen realidad.
Todo depende de si decides creerte
que te levantaste con el pie derecho
o darte cuenta de que,
por mucho pie izquierdo que apoyes,
si las cosas tenían que salir mal,
iban a salir mal de todas formas.
Hay días que deberían pasar volando,
aunque duela que se vaya acortando la vida tan rápido,
y días que tampoco duran para siempre,
pero cuyo recuerdo es completamente eterno,
ya que paralizan el tiempo,
hasta que llegan esos primeros días
que abren las alas y el reloj empieza a acelerar.
Y hay días que sólo escribes sobre otros días.
También es cierto que
hay días
que son para escribirlos.
sábado, 4 de marzo de 2017
Scars.
Marzo otra vez.
Otra vez tu cumpleaños.
Y, otra vez, no sé qué decir.
Llevo mucho tiempo sin decir nada de ti.
Ni siquiera a mi cuaderno,
ni siquiera a mi reflejo,
ni a mí guitarra,
ni a la puerta del baño de algún antro perdido.
Suena Scars y no me considero digna
para hablar de cicatrices.
Llevo una desde hace años
que nunca he aprendido a curar.
Tiene razón James Bay:
quizás nunca podré dejarte ir del todo
hasta que vuelva a abrazarte una vez más
y sentirte helado después de todo este tiempo.
Y, para mi desgracia,
eso no creo que ocurra.
O para mi suerte,
que probablemente no sería capaz de soportar
el volver a decirte adiós.
Realmente,
no sé que pasa cuando llega tu día,
si te recuerdo a ti,
o nos recuerdo,
o me doy cuenta
de que ya no soy la misma niña tonta
que un día no supo arriesgar.
Cuánto han cambiado las cosas.
En el viejo pueblo
donde las carreteras se nos hacían cortas
para perder tanto el rumbo
ya no se ven las mismas caras
(o eso me han dicho).
Y, desde que me fui,
quedó un vacío en algunos corazones
que no se llena ni con los trozos sobrantes
de los huecos que el mío se llevó de allí.
Me gustaría saber si llenaste tu corazón,
que un día dijiste imposible de recomponer.
Si olvidaste ya ese sentimiento
que para mí no tuvo sustituto.
Si, como yo,
todavía te acuerdas de mí
cuando llega mi cumpleaños
y también callas,
como llevamos años haciendo.
Silencios.
Qué necios somos
y seguiremos siendo.
Si, en el fondo, sabemos
que hay un primer amor
que nunca se olvida.
Que hay historias que terminan
sin un "Fin".
Que todavía no podríamos
mirarnos a la cara
sin ponernos a temblar.
Que te escribí hace tiempo
lo que pasaría
si te tuviera frente a frente
y, ahora que dejé de mentirme a mí misma,
sé que me daría cuenta,
como dice la estúpida canción
que sigue sonando mientras te escribo,
de que ya no puedo vivir más sin ti.
O sin lo que era contigo.
O sin lo que éramos juntos.
Creo que no me haces falta tú,
si no alguien como tú,
algo como aquello.
Y es que ya no es echar de menos...
es una cuestión de olvido o muerte.
Otra vez tu cumpleaños.
Y, otra vez, no sé qué decir.
Llevo mucho tiempo sin decir nada de ti.
Ni siquiera a mi cuaderno,
ni siquiera a mi reflejo,
ni a mí guitarra,
ni a la puerta del baño de algún antro perdido.
Suena Scars y no me considero digna
para hablar de cicatrices.
Llevo una desde hace años
que nunca he aprendido a curar.
Tiene razón James Bay:
quizás nunca podré dejarte ir del todo
hasta que vuelva a abrazarte una vez más
y sentirte helado después de todo este tiempo.
Y, para mi desgracia,
eso no creo que ocurra.
O para mi suerte,
que probablemente no sería capaz de soportar
el volver a decirte adiós.
Realmente,
no sé que pasa cuando llega tu día,
si te recuerdo a ti,
o nos recuerdo,
o me doy cuenta
de que ya no soy la misma niña tonta
que un día no supo arriesgar.
Cuánto han cambiado las cosas.
En el viejo pueblo
donde las carreteras se nos hacían cortas
para perder tanto el rumbo
ya no se ven las mismas caras
(o eso me han dicho).
Y, desde que me fui,
quedó un vacío en algunos corazones
que no se llena ni con los trozos sobrantes
de los huecos que el mío se llevó de allí.
Me gustaría saber si llenaste tu corazón,
que un día dijiste imposible de recomponer.
Si olvidaste ya ese sentimiento
que para mí no tuvo sustituto.
Si, como yo,
todavía te acuerdas de mí
cuando llega mi cumpleaños
y también callas,
como llevamos años haciendo.
Silencios.
Qué necios somos
y seguiremos siendo.
Si, en el fondo, sabemos
que hay un primer amor
que nunca se olvida.
Que hay historias que terminan
sin un "Fin".
Que todavía no podríamos
mirarnos a la cara
sin ponernos a temblar.
Que te escribí hace tiempo
lo que pasaría
si te tuviera frente a frente
y, ahora que dejé de mentirme a mí misma,
sé que me daría cuenta,
como dice la estúpida canción
que sigue sonando mientras te escribo,
de que ya no puedo vivir más sin ti.
O sin lo que era contigo.
O sin lo que éramos juntos.
Creo que no me haces falta tú,
si no alguien como tú,
algo como aquello.
Y es que ya no es echar de menos...
es una cuestión de olvido o muerte.
jueves, 16 de febrero de 2017
Dormir con vos
Fue fugaz
como el rayo de sol entre las nubes
en un invierno tropical ecuatoriano.
Intenso,
como la gente del sur que tanto amo.
Y fue dulce,
como un beso y un café
al despertar temprano en la mañana.
El día que profanan
dándole el mal nombre del amor
despidió un encuentro
que no supo valorarlo,
encerrándose en sentimientos vacíos
por miedo a sentirse llenos
justo antes de decirse adiós.
Y duele el corazón
que late hoy más rápido de lo que acostumbra.
Y lloran las caricias que se quedaron por dar.
Y tus ojos y los míos se cruzan
y se miran frente a frente,
evitando un contacto que aún me quema las retinas.
Me hago parte de tu cuerpo
entre besos escondidos,
me buscas bajo las sábanas
de las que quiero escapar.
Me calaste hondo
en un microsegundo
cambiando mi droga
por tu adicción.
Y me he vuelto yo también adicta a ti,
a que susurres a mi oído
que esta noche no quieres dejarme ir.
Pero,
como cada droga,
es necesario desintoxicarse
antes de que sea tarde.
Tan tarde como esta madrugada
en la que me matan las ganas
pero me faltan agallas
para dejarme caer en el acantilado
de un 14 de febrero
por ti
(y contigo).
Por eso,
porque me arde el pecho
cuando te tengo a centímetros,
me veo obligada a decirte,
aunque pierda de vista en la distancia
esa sonrisa traviesa,
que hoy...
Hoy no puedo dormir con vos.
como el rayo de sol entre las nubes
en un invierno tropical ecuatoriano.
Intenso,
como la gente del sur que tanto amo.
Y fue dulce,
como un beso y un café
al despertar temprano en la mañana.
El día que profanan
dándole el mal nombre del amor
despidió un encuentro
que no supo valorarlo,
encerrándose en sentimientos vacíos
por miedo a sentirse llenos
justo antes de decirse adiós.
Y duele el corazón
que late hoy más rápido de lo que acostumbra.
Y lloran las caricias que se quedaron por dar.
Y tus ojos y los míos se cruzan
y se miran frente a frente,
evitando un contacto que aún me quema las retinas.
Me hago parte de tu cuerpo
entre besos escondidos,
me buscas bajo las sábanas
de las que quiero escapar.
Me calaste hondo
en un microsegundo
cambiando mi droga
por tu adicción.
Y me he vuelto yo también adicta a ti,
a que susurres a mi oído
que esta noche no quieres dejarme ir.
Pero,
como cada droga,
es necesario desintoxicarse
antes de que sea tarde.
Tan tarde como esta madrugada
en la que me matan las ganas
pero me faltan agallas
para dejarme caer en el acantilado
de un 14 de febrero
por ti
(y contigo).
Por eso,
porque me arde el pecho
cuando te tengo a centímetros,
me veo obligada a decirte,
aunque pierda de vista en la distancia
esa sonrisa traviesa,
que hoy...
Hoy no puedo dormir con vos.
domingo, 29 de enero de 2017
No quedan atardeceres.
Escribo
porque sé que tú sigues leyendo
y, si lees,
es porque aún esperas que te escriba.
En cambio tú
ya hace tiempo que no me escribes
y, he de decir,
que esta vida se hace dura sin tus versos.
No diré que no me importa
porque ya me harté de mentiras
y porque hay sensaciones que tú,
mejor que nadie,
sabes que no sé ocultar.
Lo sabes mejor que nadie,
porque me conoces mejor que nadie,
porque me ayudaste a construírme
y a deconstruírme,
porque no tenemos la misma sangre
pero te llamaría hermano,
porque te escribí "Amigo"
pensando que nadie
le podría hacer tanto honor a esa palabra.
Aunque, hoy,
ya no sé dónde quedaron
las promesas grabadas en las rocas,
ni los barcos que dejamos desaparecer
en ese nuestro horizonte.
Sólo queda un barco de papel
que te empeñas en hundir
a pesar de que yo intento mantenerlo a flote.
Podría huír
y, si te he visto, no me acuerdo.
O fingir que ese lugar
que un día compartí contigo
vuelve a ser sólo mío.
Pero no soy tan frágil
como para rendirme a la tercera,
sin pelear por unos segundos más
de esa lógica absurda
con la que quisimos interpretar
este caos que quieren llamar existencia,
sin saber lo que es realmente existir.
Así que me limitaré a hacerte saber,
si aún sigues buscando calma en mis letras,
que si algún día todo muere,
todavía eres el único que sabe dónde me escondo.
Y que pase el tiempo que pase,
amigo,
mi poeta favorito
seguirás siendo tú,
aunque yo ya no esté
ni en tu lista de "después lo leo".
porque sé que tú sigues leyendo
y, si lees,
es porque aún esperas que te escriba.
En cambio tú
ya hace tiempo que no me escribes
y, he de decir,
que esta vida se hace dura sin tus versos.
No diré que no me importa
porque ya me harté de mentiras
y porque hay sensaciones que tú,
mejor que nadie,
sabes que no sé ocultar.
Lo sabes mejor que nadie,
porque me conoces mejor que nadie,
porque me ayudaste a construírme
y a deconstruírme,
porque no tenemos la misma sangre
pero te llamaría hermano,
porque te escribí "Amigo"
pensando que nadie
le podría hacer tanto honor a esa palabra.
Aunque, hoy,
ya no sé dónde quedaron
las promesas grabadas en las rocas,
ni los barcos que dejamos desaparecer
en ese nuestro horizonte.
Sólo queda un barco de papel
que te empeñas en hundir
a pesar de que yo intento mantenerlo a flote.
Podría huír
y, si te he visto, no me acuerdo.
O fingir que ese lugar
que un día compartí contigo
vuelve a ser sólo mío.
Pero no soy tan frágil
como para rendirme a la tercera,
sin pelear por unos segundos más
de esa lógica absurda
con la que quisimos interpretar
este caos que quieren llamar existencia,
sin saber lo que es realmente existir.
Así que me limitaré a hacerte saber,
si aún sigues buscando calma en mis letras,
que si algún día todo muere,
todavía eres el único que sabe dónde me escondo.
Y que pase el tiempo que pase,
amigo,
mi poeta favorito
seguirás siendo tú,
aunque yo ya no esté
ni en tu lista de "después lo leo".
miércoles, 18 de enero de 2017
No me salen las cuentas.
Ya no me salen las cuentas
de cuántas veces me he caído de la cama
por pensar que el suelo estaba más cerca.
No me salen las cuentas
al pensar que me he lanzado al vacío
pretendiendo aterrizar sobre seguro
y nunca fue así.
Pensaba que éramos perfectas imperfecciones vagando por este mundo
que ya no cree en los milagros
esperando uno que nos diese la señal.
Pero no me salieron las cuentas
en las noches de diciembre en que escribí mil versos tristes
esperando a que alguien me cambiase a Neruda por otro poeta menos cobarde,
que hubiese escrito palabras repletas de luz
aún cuando no se había ni inventado el fuego.
Pero fuimos tan sólo imperfectos,
sin ni un atisbo de perfección.
Y,
esto,
nos destruyó.
Cegamos los ojos de los visionarios que anunciaban buenos tiempos,
quienes dejaron de verse hasta en el espejo.
Intentamos reconocer el fallo
sin darnos cuenta
de que nunca hubo uno.
Y por eso siguen sin salir las cuentas
de las rayas que dibujé en la pared
contando los días para verte.
Fueron,
en mi opinión,
demasiadas
para que al final,
contra todo pronóstico,
acabásemos siendo demasiado imperfectos
como para permitir que algo funcionase perfectamente
entre tú
y yo.
de cuántas veces me he caído de la cama
por pensar que el suelo estaba más cerca.
No me salen las cuentas
al pensar que me he lanzado al vacío
pretendiendo aterrizar sobre seguro
y nunca fue así.
Pensaba que éramos perfectas imperfecciones vagando por este mundo
que ya no cree en los milagros
esperando uno que nos diese la señal.
Pero no me salieron las cuentas
en las noches de diciembre en que escribí mil versos tristes
esperando a que alguien me cambiase a Neruda por otro poeta menos cobarde,
que hubiese escrito palabras repletas de luz
aún cuando no se había ni inventado el fuego.
Pero fuimos tan sólo imperfectos,
sin ni un atisbo de perfección.
Y,
esto,
nos destruyó.
Cegamos los ojos de los visionarios que anunciaban buenos tiempos,
quienes dejaron de verse hasta en el espejo.
Intentamos reconocer el fallo
sin darnos cuenta
de que nunca hubo uno.
Y por eso siguen sin salir las cuentas
de las rayas que dibujé en la pared
contando los días para verte.
Fueron,
en mi opinión,
demasiadas
para que al final,
contra todo pronóstico,
acabásemos siendo demasiado imperfectos
como para permitir que algo funcionase perfectamente
entre tú
y yo.
martes, 10 de enero de 2017
Nadie.
Sin querer,
me creí bala perdida
como si en algún momento
hubiese pertenecido a alguien
o a algo
o a algún lugar.
Y, sin querer,
(queriendo)
me perdí sin haber conocido nunca
ni el principio de mi camino,
en busca respuestas que,
ojalá,
nunca me llevasen a encontrarme.
Me aferré a unas raíces
que nunca fueron las mías
creciendo como un injerto mal plantado
de un árbol que estaba a punto de secarse del todo.
Me creí capaz de florecer
con flores que nunca fueron de mi especie
y di frutos que no valían ni para adornar la mesa.
Y me pregunté...
¿para qué?
Mirando a todos lados buscando una escapatoria
que me ayudase a dudar de todo,
como Descartes,
hasta de mi propia existencia,
pues aún no tengo muy claro
si existo porque pienso
al no saber si pienso
o sólo enredo ideas que aún no sé procesar.
Y salí a respirar,
como si el oxígeno pudiese activar corazones,
inhalando bocanadas de gas lacrimógeno casero,
de ese que hacen con mentiras,
un pasado que es mejor no recordar
y dedos rotos en pedazos tras contar a los que creía amigos con los pocos de mis manos.
Pero a mis lágrimas les faltaba sal
y vine a buscar montañas blancas que no se riesen de mí con la felicidad de la nieve.
Aquí estoy dejando mi huella en la arena,
preguntándome si este desierto podría ser un oasis
cuando se trata de una vida que hoy encuentro tan árida.
Si quizás este silencio podría confundir
a todas las voces que,
en mi cabeza,
siguen llamándome
nadie.
me creí bala perdida
como si en algún momento
hubiese pertenecido a alguien
o a algo
o a algún lugar.
Y, sin querer,
(queriendo)
me perdí sin haber conocido nunca
ni el principio de mi camino,
en busca respuestas que,
ojalá,
nunca me llevasen a encontrarme.
Me aferré a unas raíces
que nunca fueron las mías
creciendo como un injerto mal plantado
de un árbol que estaba a punto de secarse del todo.
Me creí capaz de florecer
con flores que nunca fueron de mi especie
y di frutos que no valían ni para adornar la mesa.
Y me pregunté...
¿para qué?
Mirando a todos lados buscando una escapatoria
que me ayudase a dudar de todo,
como Descartes,
hasta de mi propia existencia,
pues aún no tengo muy claro
si existo porque pienso
al no saber si pienso
o sólo enredo ideas que aún no sé procesar.
Y salí a respirar,
como si el oxígeno pudiese activar corazones,
inhalando bocanadas de gas lacrimógeno casero,
de ese que hacen con mentiras,
un pasado que es mejor no recordar
y dedos rotos en pedazos tras contar a los que creía amigos con los pocos de mis manos.
Pero a mis lágrimas les faltaba sal
y vine a buscar montañas blancas que no se riesen de mí con la felicidad de la nieve.
Aquí estoy dejando mi huella en la arena,
preguntándome si este desierto podría ser un oasis
cuando se trata de una vida que hoy encuentro tan árida.
Si quizás este silencio podría confundir
a todas las voces que,
en mi cabeza,
siguen llamándome
nadie.
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